sábado, 28 de septiembre de 2019

El viaje


En semanas empieza la campaña más importante a todos los niveles, incluso religioso, y no es la electoral, sino el acople de millones de puretas en sus plazas con destino cada cual a su Ítaca perdida o nunca hallada. 
Llámese vuelta al nomadismo, confortable y de diseño, o búsqueda de ese modesto vértigo para gilipollas, que dijo Cèline, el caso es irse. Ya no es ese salir sin fuste, cuando la suegra dice peyorativamente de la nuera: se ha ido a mojar el conejo en agua del mar. No. 
Ahora se trata del garbeo, incluso del periplo inapelable, propio, sagrado. Mientras el cuerpo aguante y aunque falte para aceite. Y más si es a subvención. Convencidos de merecerlo; de eso se encargan nuestros potreadores. Para hacerlo sin complejo de culpa, impunes. Y el merecimiento va a más. 
Uno de la Marcha por las Pensiones ha dicho que lo hacen por sus hijos y nietos, a ver si consiguen que la juventud empiece a arrimar el hombro. Bueno. 
Aunque lo de querer que los nietos, algunos aún nonatos, cobren la pensión, quizá sea pasarse un poco. O que trabajen para que puedan cobrar los padres, una ilusión. Pero eso de andar está bien, tomar el sol, coger vitamina D, que luego el cerebro se resiente. Y a hijos y nietos tampoco les vendría mal, en vez de tanto reivindicar bus gratis para jóvenes para ir al centro, y viva el colesterol. Aunque luego vayan al día sin coches, incluso sin tenerlo. 
Y es que siempre nos creemos que el rebaño, los ovejos que siguen al flautista a toque de gangarro, son los otros. Y cada generación es un rebaño. Cuando los hijos del franquismo nos rebelamos contra él con la berrea, nuestros padres se cambiaron de camisa y a la primera de cambio votaron de estrangis al Psoe. Primero nos traen al muladar, y luego nos dejan vendidos a sus usufructuarios. 
Los psiquiatras, claro, se pusieron de moda. Y fueron al hoyo cuando asumimos el putiferio original mientras vivíamos de la herencia, hipotecándola (bueno, y de algunos que aún trabajaban) bajo el lema “al viejo y al bancal, lo que se pueda sacar”. Y ahora, de los huesos enterrados en él. Así, hasta que nos pegue un viaje. El viaje. Y más huesos.

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