domingo, 8 de septiembre de 2019

Desnortadas

Gracias a las veganas gallinícolas esas, que han cogido al feminismo, no por los cuernos, sino por las plumas, se ha destapado el gran crimen: los gallos son unos violadores sin piedad que merecen el apartheid (¿no sería mejor pasar directamente a la pepitoria?). 
Cuyo mensaje subliminal o entre líneas es: tomen nota los humanos. ¡Oído, cocina! Bueno, salvo si eres lidercillo zoco y posees un chaletazo, que entonces se te permite ir de macho alfa à la page (al día, que no a la página o a la paja, con perdón). Es lo que tiene el ecofeminismo de dibujos animados cuando te solapas con las picamierdas –así se llama también a los humanos/as removedores de basura– y trasladas a lo avícola tus certezas antiheteropatriarcales: que cloqueas como una llueca de secano. 
No diré yo que cree el ladrón que todos son de su condición, que sería mucho suponer y meterme en lo que no me importa. Pero eso de ver en las aves voluntad y llevando un letrero de “no es no”, alevosamente roto por el gallerío, e interpretar como violación un apareo cuya única misión es garantizar la supervivencia de la especie mediante la mejor transmisión de esperma entre cloacas, uy, uy, uy. Eso no es más que otra cloaca. 
De cojón..., perdón, de cajón.
La de ese otro nuevo idealismo, camuflado de modernidad y eso que llaman mainstream, el seguir la moda, la corriente, tan arraigado ya en generaciones criadas en lo fantástico, lo virtual y el gore de diseño, tan dadas a echar de menos lo que no se ha vivido y a montarse películas. Malas, al lado de realidades pasadas –“yo he visto cosas que vosotras no creeríais”, decía el androide de Blade Runner­–. 
Si alguna gallina pelecha por la violencia entre varios gallos en competencia, que ya se sabe es lo peor del capitalismo, porque en el igualitarismo esto no pasaría (y habría más capones para todos en Navidad), imaginen las prácticas sexuales infantiles con gallinas de antes. Lastimica de niños, sin conocimiento. Y que ahora han pasado a hacerse con mujeres. Y lo graban con el móvil para publicarlo on line. Todo tan cool. Y trending topic. Y éstas, ahí, apartando pollos. Que menudo pollo, pero en el cerebro

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