lunes, 7 de octubre de 2019

Camelados

El último invento para torearnos y enredilarnos (con la Red), es la Admon. electrónica. 
Te lo venden como la panacea de la integración interactiva en el sistema, que ya no es ajeno, sino tuyo, como la tecnología, ya del hombre y no a la inversa. Aunque sigamos siendo la última mierda que cagó Colón. 
Y no solo porque la cosa, nueva y tal, funcione regular, o haya muy pocas personas capaces de usarla, sino porque cualquier tecnología, al convertirse en punta como medio de información y control, es utilizada para anular las anteriores con las que el de a pie conseguía bandearse (la solicitud escrita o el teléfono), para obligarnos a ‘progresar’ por nuestro bien y favor que nos hacen, usando el nuevo regalo del paraíso. 
De ahí tanto teléfono, dirección, sitio y contacto que no funcionan, no están, no existen, y la excusa, cuando al final vas y hablas con alguien que te atiende en persona y de mala gana es que la vía no era la correcta –tanto enchufado y mamón como tienen es para eso, para disuadir a quien solo va a ver cómo va lo suyo–. 
Y te sientes un intruso, extraño, y te hueles si no se tratará de eso, de sacarte, apartarte, de desconectarte como usuario activo, y aceptes tu nuevo papel de administrado pasivo, dócil y en lista de espera, atento solo al pito que diga “¡ahora!”. 
Si no será otra estrategia para asubditarnos otra vez, ahora por lo tecnológico, con otro vasallaje, expropiándonos esos derechos que dicen ampliar y extender sin límite. 
El timo de un menos por más enmascarado como más por menos, aceptado ya en general, y que nos caracteriza como ciudadanos, esa denominación suprema que no es más que decir rumiantes de cuatro tetas: el trabajo, que hoy exige ser autónomos al servicio de invisibles explotadores, pero bajo tu responsabilidad, una ley del embudo presentada como positivo emprendimiento; el consumo, mierda a tu gusto, pero escogida por ti de los anaqueles; el ocio, ese tiempo para ti, propio y tal, y a la carta, pero acotado, guiado y obligado (o te mueres de asco), y contribuyente, con (cada vez menos) contraprestaciones... y siempre que lo hagas por vía electrónica.


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