viernes, 25 de octubre de 2019

Gorrumbadas


Desde ayer las redes echan aún más humo. Humo y humores, que es como también se llama a la escurribanda de secreciones corporales en un momento dado, y que, si incluimos la verborrea como otra excrecencia, actualmente expresa mejor que una biopsia el ánimo y pensar de tanta gente en tan solo 140 caracteres. 
Una fórmula de comunicación que empobrece esta de tal manera –a algunos hasta les sobran– que lo que parece hipercomunicación, resulta verdadero cenotafio, por lo simplón, fraudulento y espurio de ese espacio donde hoy, a falta de otros tipos de comunicación más fidedignos, concurre todo, como es el mentidero universal de internet, reino de la postverdad (o media verdad, en el mejor de los casos). 
La verdad democratizada, la pasada por el tamiz igualitario que da derecho a la validez de todas, lo que relativiza el corpus de conocimiento acumulado, cuestionado así por norma y puesto al mismo nivel de legitimidad que la sinrazón para actuar sobre la realidad. Y según se impone como forma de interactuación, proselitismo y manipulación a lo largo de la gran guerra cultural que se lidia en ese espacio con la hegemonía de opinión como meta, va opacando y engorrinando en su abigarrado batiburrillo al pensamiento contrastado y fundamental, que es equiparado con esa demostración ecuménica diaria del más vulgar, tan cercano al sentido común, que el mismo Gramsci, en su prédica de esa hegemonía hoy tan de moda y tan mal practicada, quizá por las facilidades para ello, llamaba a no confundir con lo popular como fundamento posible del saber, y por tanto del poder. 
Y nada como el lenguaje para manufacturar esa deriva, justificada (pero que es otro fake) en la democracia participada, del saber, de la divulgación general, alcanzado en apariencia pero empobrecido y empobrecedor de todo el arrimado a su falsa ascua. Pues el lenguaje, por intwitivo, directo, biodiverso y guay que sea, si solo se basa en eso que por aquí se ha llamado siempre gorrumbadas, y no es más que para despotricar, ajusticiar, negar, insultar y hacer seguidismo de secta, poco puede dar de sí socialmente, salvo a los logreros de turno.

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