viernes, 6 de marzo de 2020

Delirium


Todos los días alguien abandona el barco. Cautivos y desarmados, como si esto fuese otro Titanic. Pérez Reverte ha sido el penúltimo, jurando no hablar más de política ni sociedad en sus tuits. No es miedo, solo prevención. Pero el iceberg aprieta de lo lindo. 
Y es que ahora ya no estamos en plena guerra cultural –que también–, sino que uno de los bandos ha llegado al poder, y al hacerlo de manera precaria, al necesitar la fidelización de sus clientes, la expansión de su producto y eliminar el de la competencia, en esta obligada huida hacia delante, no tiene más remedio que materializar sus panfletos de consignas en artillería de leyes y normas (de lo que sea) para refrendarse y legitimarse como algo posible y real, en algo más que propaganda. 
Lo cual resulta insólito, pues lo normal sería renunciar al programa máximo, suavizar el aterrizaje y moderar el histrionismo: todo lo contrario de lo que precisan los abanderados del radicalismo sensacionalista obligado (y televisado), y más aún en plena sociedad del espectáculo, y que es ruido, descacharre y estrambote, para proyectar esa imagen de aluniceros sobre este escaparate facha que es el país, o estado, que dirían ellos. 
Como aquella de Carlos Saura, Deprisa, Deprisa –aunque la banda sonora ya no sea de Los Chunguitos, sino algo new age, más propio del pijiprogresismo de paripé de la nueva casta–. Acción, rapidez, osadía, ruptura. Esa debe ser la percepción. 
Y con la sobreactuación del cómico de la legua en sesión continua, el ejecutivo del tiqui-taca, en una actuación donde lo delirante es ley, emite decretos como si de una performance se tratase, y trata al BOE como si fuese una instalación más del Matadero, dando a luz criaturas sietemesinas, abortos, bichos raros, cuando no verdaderos engendros. 
Sueños (o delirios) de la razón que ya veremos si no producen monstruos, por forzados, maniqueos, inmaduros, fútiles, demagógicos o simplemente innecesarios. Y si, en medio de la discordia, la mala cocina y la peor cochura, no generan más frustración y división en este antro invertebrado. No me extraña pues que cada día se baje alguien del tren.

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