jueves, 9 de abril de 2020

La meseta


Mientras Page, Redentor mesetario a falta de otro Nazareno pascual al que cantarle, si no saetas sí la caña, donaba su sangre por todos nosotros, la lista de finados de la autonosuya engordaba hasta el bronce del podio siniestro de la parca española por el mircroorganismo virutero (que nos hace virutas). 

En el principio era el verbo, o que Madrid, como arrabal capitalino que somos, nos pegaba los moribundos, por vecinos. Pero hete aquí que donde más se avecindaba la plaga no era en sus aledaños, sino en Ciudad Real y Albacete, la frontera con piélagos menos contaminados, e inservibles por tanto para echarles la culpa.
Aunque sí a los turcos, los chinos, Sánchez o la Cospe (y no por ese orden). 
Ni una palabra del compadreo, dejadez y desahogo a que está sometida desde hace décadas la atención primaria, o sea la prevención de la población. Ni de lo estrafalario del gasto y gestión hospitalarios –la otra cara de la sanidad, la atención individual-, tan megalómana y tan abandonada y ninguneada a la vez, como ocurre aquí mismo (y así nos va). 
Ni del clientelismo, la desprofesionalización, los incentivos a lo privado –las residencias para viejos y otras dependencias son un clásico dentro de los negocios del socialismo, y venga a hablar de lo público-, algo a lo que los sindicatos no son ajenos, con tal de pillar cacho. 
Y sí muchas palabras para prometer, o acallar a los discordantes, tan amantes de los bulos, como se sabe. Así es como hemos llegado a la meseta. Quiero decir a la del virus, que es como se conoce a la línea en alto sostenida de contagios y muertes, que ya veremos cómo bajamos de ella. 
Lo de Albacete se veía venir, con ese morciguillo planeando sobre las torres del escudo.
De la de siempre solíamos pirarnos a otras partes para prosperar. Pero ahora, cuando ya pensábamos que no tendríamos que huir más de las morgues que los políticos tienen a mal hacer con nuestras vidas, encima, no podemos ni huir, con esas puertas al campo (¿de concentración?) que es el confinamiento, ni a enterrarnos en otros cementerios. ¡Por la sangre de Cristo! (O por la de Page, qué más da). 
Y cunde la duda de si habrá algún día un pasado mañana con un domingo de Resurrección para el Encuentro.  

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