jueves, 5 de noviembre de 2020

Covifútbol

 Pregunta para estos tiempos: ¿Será el covid el que al fin acabe con el fútbol? Muchos darían por bueno ese resultado, aunque les supusiera su propio finiquito, pero yo le pondría una X. 

El fútbol es esa forma suprema de representación que permite descargar el impulso bélico (y de muerte) tanto individual como grupal sin más daños que los colaterales a árbitros, algún hincha y los del propio cerebro. Este último causado por los medios de comunicación, pues el fútbol, hasta la tele, pertenecía a la narrativa oral –la escrita lo era para leer en voz alta a modo de epopeya mundana– de un acto vivo y en directo, que al convertirse en diferido es una caricatura de aquella trascendencia de lo deportivo en la que Ortega llegó a fijar el origen nada menos que del estado. 

Y cuando ya se pasa del patrocinio a la esponsorización de su espectáculo, toda esa pulsión se vuelve estúpida y risible, tan acorde con la virilidad y bravatería exhibidas cuando la impotencia colectiva y el morbo son los propios de una población corrompida e impotente. 

Siendo por eso por lo que, pese a lo falso e irrelevante de su transmisión, sin público ni retóricas, de su exposición como cementerio, tanto de la energía humana productiva y como museo guiñol de la muerte, aún se sigue echando a las masas, que, en la actual tesitura, se darían con un canto en los dientes hasta con un partido de féminas, que en teoría, y según lo anterior, es lo más antifutbolístico. 

Y no porque a las mujeres no les vaya la guerra, sino porque por serlo quedan fuera del relato histórico (de guerra y producción corporal) del que procede el deporte y en particular el masivo como es el fútbol, cuya feminización lo acerca hacia una expresión cultural más, dentro de la nueva tendencia histórica de pacificación cuyo ariete (o al menos media punta) más visible es el de la corrección política. 

Lo que me lleva a otra pregunta (o dos, según). ¿Llegará a funcionar el fútbol, visto así, como escuela de paz para la infancia? Y si así fuese, ¿de dónde saldrán en el futuro los delanteros centro, que, como se sabe, necesitan como el aire del instinto asesino? A saber.

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