sábado, 28 de noviembre de 2020

Noviembre

 Otegui ha dado la clave de porqué la gente prefiere que esto siga siendo una democracia ful, de segunda o del blasfraidi, sin una esperanza real de cambio a la vista, y todo lo más dándole cada tanto al like desganado y descreído de las elecciones y ya está.

Y lo ha hecho al anunciar a las claras su buena nueva de que lo que viene es a “democratizar a España”. Por fin. 

Y claro, con ese programa y ante una declaración tal de intenciones, la reacción más lógica de la gran mayoría de democratizandos en potencia es el repliegue conformista, el enroque del virgencica, virgencica, que hace aún más difícil para el futuro que esto mejore. Aunque tampoco se sabe muy bien si este arcángel anunciador se refería al aparato del estado o al estado España, dado que también ha hablado de tumbar al régimen, si bien sin especificar si prono o supino ni qué le hará cuando esté de tal guisa, o si la cosa será con o sin goma y mascarilla, dado que el tío del norte se despidió con un cortante “y no tengo más que decir”. Y que tampoco querría el hombre meternos más presión, así, de golpe. 

Como buen sabedor de los tiempos de streaming y flujo virtual que vivimos, y que ya no hay que hacer de comer (con el caldo de Mercadona todo resuelto), él lo que hace es subirse a esa realidad en línea que rige ahora, y se suma a la corriente, al stream general, que es aún mayor que el Gulf Stream o Corriente del Golfo, ya que aquí hay más de uno; y no lo hace para dejarse llevar, ni dedicarse al selfish o al gaming (la juguesca, aunque también), sino para ordenarla y darle sentido (y sacar tajada). 

Lo cual le convierte en realidad en un streamer, en alguien que vende motos en la nube, consiguiendo, por el mero hecho de estar ahí, disponible y presente para los dispositivos de la retransmisión a los que está abonado más de la mitad del personal, que gracias a sus fanáticos –así llaman los latinos (dando en el asa) a los fans, seguidores o suscriptores en la wiki– puede hacerse un influencer de moda –aunque lo tenga crudo para vender ese flequillo “bocao de perro”, sobre todo a los calvos–, que siempre será de más categoría, digo yo, que ser asiduo de herrikotaberna, y sobre todo será más eficaz que el comando Vizcaya u otros de sus homenajeados. 

Una evolución un pelín forzada, pero más bien dudosa, al no desvelar desde qué plataforma nos streameará. Aunque esto será una táctica de lanzamiento más. Minucias. Si bien su amigo Pablo, que ya opera en la nube, aunque no esté en ella, dado que duerme en Galapagar, y tiene más tablas, ya lo estará asesorando. 

Así que ¡temblad Netflix y HBO! Otro gran cambiador de España está al caer. Próximamente en sus pantallas. El reality continúa. Una pena, porque es que están todos más vistos que Juego de tronos. Y así no salimos nunca de la demofulcracia. Ni del Pasapalabra. 

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