jueves, 2 de diciembre de 2021

Covid negro

Hace nada el gobierno echaba las sobras de vacunas próximas a caducar, ¡pitas, pitas! a no sé qué pobres del mundo (uníos), como se tira un suéter no estiloso a una ONG que vive de eso, sabiendo que manos mafiosas (de otros gobiernos) lo venderán a buen precio a una aborigen que lo lucirá durante años, con jirones y todo recolectando el cacao o pastoreando vacas anoréxicas por la pasarela de la sabana. Todo muy sexy. 

Pero de repente llega la variante sudafricana, y faltan vacunas, ¡”compro, compro!”, gritan en el bolsín político-farmacéutico, que hay que inocular hasta a los niños de teta, “¡a mí póngame tres!”, “a mí media (docena), ah, y una de calamares a la andaluza!”. A vacunar a todo quisque. Obligatoriedad. Certificado o encierro. “¡A los indios, que vienen los caballos!”. O a las vacunas, que vienen los negros. 

Y es que el virus boer, que antes eran los blanquitos de Sudáfrica, se las trae… pues es negro. ¡Al fin! Dos años se ha demorado el virus, que no creas que no es ranrranear, en generar un espécimen que asuste de verdad a occidente. Porque si hay algo temible es ese black power malevo, la venganza africana, un bicho como el betún que se te mete, bueno, que te viola, y te deja preñado de muerte. 

Porque el negro sí puede. Y no hay que dejarle penetrar. Que se quede allí, a diez mil millas. Y los buenistas vuelven al ya te lo decía yo que había que inmunizar también a los negros, que nos podrían traer algo, que eso es la base para que el bicho no salte de cepa en cepa –cosa que aquí en La Mancha tiene muy fácil– y no mute. 

Y vosotros, ¿qué preferéis, la Pfizer o la Moderna?
Porque una mutación negra es lo peor, como se ha demostrado, quieto ahí parao, todo el mundo al suelo, que nadie se mueva (de allí, que aquí tenemos que seguir saliendo a tomar algo, y viajar, si no, en qué se va a notar la riqueza). 

Así que, a vacunar a todo negro viviente, por su bien, y a Tarzán, y a Jane, como si lo fueran, y a la Chita (callando). Aunque (casi) nadie se muera allí de eso, y sí de sida, malaria, ébola, tifus, miseria y un sin fin de lacras para las que el norte no ha inventado nada porque no se transmiten de abajo arriba, sino más bien al revés. 

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