jueves, 29 de junio de 2023

Reciclaje

 

Más pronto que tarde nos acabamos convirtiendo en ganado. Aunque no por ser actores, que eran para Hitchcock el ganado por excelencia, sino por dejar de serlo; o, mejor dicho, cuando pasamos a ser simples figurantes, y eso con suerte, o aún peor: extras; ya sea con una bolsa en la mano por la calle, o recogiendo la caca del perrito del césped (que cada día estoy más seguro de que lo plantan para ellos) o apoyancados frente al ordenador, la caja tonta 2.0 del momento. 

Un ganado tan pasivo como productivo para las clases dominátrix que toca servir, esas del amplio espectro (pues espectrales son las cosas del zénit vital) que va desde un político a una nuera o un yerno -y ay de quién le coincidan ambas categorías-, o un pobre oficinista de banca, o un repartidor de paquetería, esa precoz ganadería a motor. En fin, que al viejo y al bancal… 

Pero si el voto, el servir a la patria yendo al supermercado o hacer mandados ya suponen actividades más que lucrativas para sus beneficiarios (que queda claro no son los que las llevan a cabo), es cuando se pelecha cuando los subproductos de los mayores -que en puridad ya no lo son por estar en horizontal y no pueden decir ni lo que Groucho: perdonen que no me levante-, más útiles se manifiestan, y ahora para el público en general.

Pues es al morir cuando más colaboramos al bien común, por el hecho mismo de hacerlo, y en especial por poner en circulación las cuatro cosas de uno, que en realidad suelen ser dos: el coche y la casa, que enseguida se ponen en venta, facilitando, por un lado vivienda para abaratar las que no se hacen, y el coche, que hasta por piezas sirve contra lo imposible de los nuevos. 

Lo cual es un anticipo de la fábrica de reciclaje que pasamos a ser en sí mismos, con órganos para trasplantar y todo los más cuidados, al pasar a difuntos, de clase pasiva a concesionarios de artículos de segunda mano. 

No me digan que no es para merecer, a título póstumo, naturalmente, aunque fuese una medallica por los servicios prestados al PIB y contra la inflación. Ah, y a la lucha contra el cambio climático. O una mención, al menos. Aunque sea de segunda mano.

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