lunes, 20 de noviembre de 2017

Cinematontunas: víctima del hastío

Si hubo un actor que no solo llevó hasta sus últimas consecuencias la premisa de no aburrir nunca, sino la propia divisa de tener que divertirse a toda costa con lo que hacía, ése fue George Sanders, nacido ruso de padres ingleses y cultivador impenitente de una impostura cual era la suya tan natural del cinismo y la altanería que hizo marca de la casa y de la que vivió muy bien haciendo papeles de eso también en el cine, habitualmente de caballero inglés, debido a su buen porte, distinción y acento, acabando por ser a la pantalla en estilo y dicción lo que Conrad iba a ser a la literatura, con parecida trayectoria (aunque éste, otro injerto triunfal, era ruso de verdad).
De su paso por este mundo se le deducen dos aficiones: el tabaco y las Gabor (¿quién no?). Del primero renegó muy pronto como productor y negociante, allá en Sudamérica, pero nunca como consumidor, con aquella su imagen de pose de fumador con estilo que dejó como impronta, un devaneo hoy hecho incorrección postmortem con el devenir de los hábitos y la moral que se les confiere. Y no podía hacerlo (lo de renegar) si es verdad que debido a aquella escapada latina fue como su vocación artística se le apareció al descubrir que el tabaco no era lo suyo.
De lo segundo, las Gabor, acabó aún peor. De la primera, Zsa Zsa, según manifestó después, finiquitaron a hostia limpia (según él en defensa propia). No siendo mejor lo de la hermana, Magda, bastantes años después, que acabó en “una apoteosis judicial” (ibidem).
Fue esta vida tan amena lo que haría que a su hermano mayor, Tom Conway para el cine (La mujer pantera) fuese apodado como “el hermano bueno”. Y aún así no se divertía lo suficiente. Causa, según siempre él, de que, quizá viendo que el tabaco no le ayudaba lo bastante, decidiese optar por el neambutal (no en vano en su juventud fue un químico cotizado), según otros el pentabarbital, lo mismo que mató a Marylin, para quitarse de en medio con una nota de despedida con varias versiones, pues siempre levantó discrepancias:
Una: "Querido mundo: He vivido demasiado tiempo, prolongarlo sería un aburrimiento. Os dejo con vuestros conflictos, vuestra basura, y vuestra mierda fertilizante." Dos: “Querido mundo, me marcho porque estoy aburrido, siento que he vivido demasiado, te dejo con tus preocupaciones en esta dulce cloaca. Buena suerte.”

Lo cual está muy bien, porque hay donde elegir. Y que, como tanto su lengua como su pluma eran dinamita, llegando a escribir dos best sellers y rechazar ofertas millonarias por algún otro, ambas resultan verosímiles. Ray Davies (The Kinks) dijo de él: “Si lo cubrieras de basura, seguiría teniendo estilo”. Y aún dicen que murió de tedio. Y que del único conocido que nunca opinó con su típico sarcasmo fue el limpiabotas de Casteldefels donde se pegó el chute, que le mantenía impolutos los zapatos. Cosas de caballeros.

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