viernes, 3 de noviembre de 2017

Visca


Menudo chollo para políticos en general (y de los irresponsables en particular, si acaso eso no sea una redundancia) el tema de Cataluña como único asunto de agenda. 
Por ejemplo, la inflación lleva subiendo alegremente siete meses seguidos (y yo sin enterarme). Los sueldos, ni se sabe. Visca. Y la luz en octubre, un 7%. Y es que con el cambio de hora ahorraremos, y si nos damos un puñetazo en cada ojo, más, y viendo chiribitas. Visca. Aunque no todo son penurias y sinsabores. También hay (grandes) cosas gratis e amore. 
Por ejemplo. Solo con mirar desde mi ventana puedo contemplar un experimento único, de momento fallido. Consiste, según voy deduciendo, en criar césped en una acera, la que linda con un trozo de verdín desastrado  y calvo, claro, al que casi a diario le echan miles de litros de agua por su bien. Visca. 
Pero a mí no me la dan. Yo sé que se trata de una estratagema para regar la acera, para que le salga hierba. Aun a costa de ahogarla en agua. Es igual. O aún mejor. Tanto si el experimento sale como si no, pasarán al Guiness. De hecho ya han conseguido que verdee el hueco central de tierra que hay bajo una canasta de baloncesto, ahora convertido en sumidero de todo el líquido que ha de tragar de continuo. Visca. 
Ignoro si el tema, que diría un concejal, se trata de un plan municipal para animar al consumo, un programa especial con deficientes o un proyecto piloto alentado desde la empresa de aguas para ahorrar recursos, de cara a su aplicación en los muchos otros herbazales (y aceras) disponibles. De todos modos, visca. Pero ahí no cesa mi alegría, pues mi ayuntamiento, como suelen ellos, es pródigo en entretenimientos y divertimentos. 
También, otrosí, disfruto de ese regalo que es el baldeo fortuito y tantas veces extemporáneo, del asfalto, siempre plausible sin embargo, aunque no sea precisamente ahí sino en las aceras donde los chuchos desarrollan su operativo típicamente canino, que es por lo que se agradece tanto el experimento arriba descrito. Y visca otra vez. 
Asimismo, afinando mucho, y no precisamente a hurtadillas, puedo ver tambiém de vez en cuando, incluso vaciar tanques en las afueras a lo parejo, en plan belitre y sin mucho fuste, para quitársela de encima antes de almorzar o tomar un tentempié (pues el agua puede ser muy peligrosa, sobre todo en tales casos). ¿Visca? 
Comparado pues, con todos estos logros, la exención de pagar agua de los hortelanos ecológicos en terreno municipal es, aunque anecdótico, de total justicia, pues al menos ellos se deben a la obtención de un bien, aunque sea no sea el común, sino el suyo propio, que es lo importante en un estado social y de derecho, como está de moda decir. El caso es colaborar a la inflación, a la deuda y al PIB, que son los motores de nuestro bienestar, y al amento del precio del agua, que subirá. Pero, tranquilos, solo hasta que desaparezca. Visca.

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