jueves, 30 de noviembre de 2017

Perfiles

Con el rollo este de Cataluña se ha vuelto a poner de moda uno de esos conceptos ajeros por repetitivos, cuando no ya vintage, por el glamur conferido a las automentiras bien contadas durante décadas, y que resurgen por doquier como parte del comportamiento colectivo, a la que nos aprietan para que nos definamos (de una puta vez).
Es la dichosa equidistancia, esa actitud parece que sobrevenida, aunque ya antigua e incluso se diría que enquistada entre nosotros, que en todas partes quiere decir colocarse o situarse en el punto medio entre dos cosas y en consecuencia hacer como que ni fu ni fa; menos aquí, claro, donde seguimos siendo especiales y todo cobra siempre otro sentido y un color especial, debido a ese complejo tan extendido, y un tanto asquerosete por sobreexplotado y recurrente que parece obligar a adoptar siempre para lo que sea una postura que no sea, por Dios, sospechosa de facha o antiprogre (pues aquí, desde que se acabó Saldos Arias y triunfó El Corte Inglés, todos vamos de un izquierdismo inmaculado obligatorio) y que ha acabado por elevar al postureo y el perfilismo a deportes estrella de la impostura nacional, y a todos en expertos quasi profesionales en eso de hacerse un selfie político de dar el pego en un plisplás con quién, donde, como y cuando sea, como si fuéramos candidatos y estuviéramos en plena campaña.
La técnica está más que chupada: primero abominas de lo que sea, da igual, y a continuación maldices (pero en un tono algo más vomitivo, no olvidar esto) del régimen actual y de sus responsables, en general, y si es en particular, concretando, mejor. Por ejemplos:
Los secesionistas son unos pendejos, pero al gobierno no te lo pierdas.
Unos estarán fuera de la realidad, sí, pero es que los otros son unos impresentables que nos tienen a todos hasta los cojones.
Habrá crisis, sí, y estará mal la cosa, pero al PP hay que echarle de comer aparte (y con horca).
Y así hasta el infinito, pues los casos donde aplicarlo son muchos y variados. Lo que pasa es que, debido a lo facilón de tal maniqueísmo mecanicista, es fácil caer en el radicalismo estrambótico, el patinaje de neuronas y la parodia de la propia incongruencia, y por ende en friquismos como:
Sí, el cambio climático está fatal, pero, ¿y Rajoy qué?
La violencia de género es una lacra, y la derecha otra.
Yo, aquí, cuatro años esperando que me operen del menisco, y la Cospe seguro que le hacen gratis un lifting detrás de otro.

Todo eso es una constante hasta aquí, aunque es cierto que sobrepasada por la inercia de la nueva moda de otoño-invierno en estulticias canallescas impostadas, que ahora, una vez esa centralidad a la española que es la equidistancia tal y como aquí se entiende, de sabor especial y más falsa que una fideuá de Yatekomo, se encuentra ya afincada y establecida, y dados ya por amortizados por convictos, condenados y culpables (y casi confesos) los gaviotos del régimen general clásico, con su curiosa ayuda inestimable, como nuevos y alegres equidistantes y grandes anticiudadanos, como se sabe, el rizo del bucle equidistante ha pasado a cebarse con sus supuestos herederos, los ascendentes C’s, que sí, serán todo lo liberales, centrados y españoles que tú quieras, pero de la una, grande y libre, se dice. Solo les falta a todos advertirnos :¡”No os fiéis, que son como nosotros!”. 
Ellos sabrán. Y bien podrían cuadrar tales avisos para navegantes, con la cúpula de los nuevos acusados avant la lettre, que ya ha hecho el rodaje para sobrevivir, e incluso depredar en esa jungla, pero viendo a la pedestre recua inopinista de subalternos rivereños, borderline políticos netos, los calificados de nuevos falangistas –aunque apunten maneras, pues la nómina la cobran sin falta estos cabroncetes–, siempre de perfil y más perdidos que un palomo en un tirapichón, me temo que si amenazan a la democracia es por su supina ignorancia, que puede que sea más grave, y su espabile me temo que tardará y todo en cambiar. 
Como nuestra equidistancia de salón, uno de nuestros juegos tóxicos de siempre, renovado ahora en forma de nueva y neutral postura ecuánime,  limpia y responsable de verdad, pero en el fondo destilando inquina contra todos por igual, solo que contra unos más igual que contra otros. Equidistancia que, criminal o no, es epidemia a la que todo dios se apunta por mimetismo, por necesidad a la vista de lo que hay, y sobre todo para guardar la ropa mientras se nada. Pues el que nada no se ahoga, y el neopreno todavía es prohibitivo para el público en general.

No hay comentarios:

Publicar un comentario