jueves, 9 de noviembre de 2017

El nuevo flamenco


Mira por donde, Puigdemont ha cumplido el muy jodido lo que era mi gran sueño: irse con los flamencos. Y en cuanto se lo permita Undivé (y la justicia belga), se deja de soleás y de atormentarnos por siguiriyas (y amenazarnos incluso con galeras), se coge los cuatro apechusques y se va de gira europea con su Banda de los Cuatro, su tablao indepe de Ópera Flamenca* que pierdes el sentío (todo un cuadro), a poner en marcha su rumba señera, El ventilador, de Gato Pérez (aunque el independentismo haya liquidado de hecho esa vena tan catalana, por mestiza), a sabiendas de que por ahí todos los gatos son pardos. 
Cuatro palmeros, ahí es nada (sin contar los 200 Juan de la Vara que se fueron hasta allí el otro día a acompañarlo y jalearlo). Y la mitad, gachís. Peret o los Amaya llevaban dos, y gachós. Solo otra catalana lo ha superado con más trupe: Carmen Amaya, que llevaba a la sonanta a Sabicas, mientras él no tiene ni a un mal turista japonés garbancero reciclado en tocaor, y se tiene que conformar con un tal Jamón, o Jambón, que suena como a guitarrista de tocino de veta y queso de bola. 
Cómo cambia la vida. ¡Ele! Qué tío más jondo. Qué cante más rancio* (aunque, como dicen los que saben, un poco aliviao* –lo suyo es la petenera, y la caña–). ¡Y qué quejío!* 
Y hale, carreterita y manta, a pasar fatigas y buscarse la vía, como cantaba Bernardo el de los Lobitos, por marianas, o, en su caso, Marianos, hecho todo un gitanito canastero, pero sin tartana ni olla podrida, que para eso sabe hacer el francés y pedir en restauráns “donemuá la vichisuá, que paga la morterá”. Y eso que decían que era ya un cagáver. Y míralo, más fandanguero que Pepe Pinto, por ahí de bureo, pegándose tientos (y algún tanguillo carnavalero), mientras aquí la pobre Forcadell aguantando mecha hecha una Niña de los Peines, pasando grandes suores y duquelas*, y despertándola al parecer (la Guardia Civil) para darle más martirio que a Manolo Caracol y El Capullo de Jérez juntos. Mia qué pijo
Y aun así, y aunque esté que lo tira y vaya de pureta –no le va nada la fusión–, es que no nos da ni una alegría, no se arranca ni por caracoles –eso quisiera él en vez de la col de Bruselas–, y menos aún por bulerías, que se ve que las guarda para el fin de fiesta, como si fuera a bailar Farruquito. Claro que igual lo que acaba es arrancándose por carceleras. Todo un presonaje este Puigde. Dicho sea en caló.

Notillas:
Ópera flamenca se denomina al periodo clásico del flamenco posterior a su Edad de Oro, dominado por las grandes actuaciones de grandes compañías en teatros y plazas de toros de los años 40 y 50 y hasta los 60 del siglo pasado.
Cante rancio es el viejo, arcaico, añejo. Y aliviao se le llama al que no mantiene lo suficiente la tensión, con tal de hacerlo más llevadero.
Quejío es la capacidad del cantaor de expresar algo que se le supone al cante cual es comunicar la pena intrínseca que se dice lo produce.
Duquela, en caló es pena, y pureta es conservador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario