miércoles, 14 de marzo de 2018

La caterva (que viene)


Temblando estoy. Una nueva gran solución nos amenaza. Ya está en marcha, y es temible: la regeneración.
Es el nuevo invento, el gran cambio para que nada cambie otra vez, la nueva dieta milagrosa a la que se nos somete cada tanto, como aquella reforma, aquel cambio, o el España va bien, y siempre para curar definitivamente todos nuestros grandes males, entonces el franquismo, el dislate felipista, o ahora, más que la corrupción, la gran descomposición que vivimos. Que igual es otro cautiverio, volver a lo sano, cuando nos habíamos hecho ya a la podredumbre. En fin. 
Y toda una nueva horda de solucionadores devotos, nuevos recién descubridores del a grandes males, grandes remedios, forofos emprendedores del reciclaje de la historia, se apostan ya (qué te apuestas) en las encrucijadas, prestos a prestar su sangre, a echar toda su carne y entregar sus vidas por el país, sacrificarse por nosotros y suministrar el antibiótico para la (falsa) catarsis que se avecina, en forma de cambalache más que de reinicio. 
Y oído cocina de que la cuadra nominada se llama Ciudadanos (pura anécdota, le ha tocado) y está en cuadro, o sin cuadros, y en pleno casting de los futuros miles de desfacedores de entuertos, los aspirantes a nuevos elegidos para la gloria que están al caer, o sea toda la patulea política de gandules profesionales, bucaneros impíos, criminales de código, rufianes con carné, salteadores, tontarras, rebotados, excedentes de cupo, excluidos del poder, cobardes, gorrones, metepatas, concejales imbéciles, mequetrefes basura, borderlines, ludópatas de eso, revientacajas, hipotensos neuronales, resentidos de izquierda, impotentes, inadaptados de centro, falsos liberales, fachas frustrados, rojos conversos, gentualla y demás gentumelio.
Todos ellos ya andan mezclándose con los cuatro honestos incautos (por poco tiempo) en el barrizal de la cola de aquí a Lima que está formándose para las entrevistas –¿con psicólogo o inspector de hacienda?–, de las que saldrán los renacimos prebostes que nos amputen al fin esta necrosis purulenta del presente, y con sus dadas por supuesto buenas intenciones empedren como buenos peones camineros otro infierno al que se pueda llamar futuro, del cual, seguro, también nos salvarán. Al que los sobreviva, claro.

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