viernes, 10 de agosto de 2018

El muladar


Somos así de fariseos, y no falla; entrenados para ver la paja en ojo ajeno a una milla, si nuestra viga nos deja verla, saltamos, “¡por allí resopla!”, e impasibles recetamos: ¡Extírpese!
Así es como mantenemos la inocencia maniquea en la que nos gusta creer. Y estamos como Melville tras terminar su Moby Dick: “He escrito un libro malvado y me siento tan inmaculado como un cordero”. 
El garantismo de nuestra bondad ha crecido tanto, que el lema es ‘todos somos inocentes aunque se demuestre lo contrario’ ­(y todos sospechosos). Y Casado, que ha pasado de sacar nota a ser un nota, solucionándole la parrilla de verano a los medios, no iba a ser menos. Y no es doble moral sino disfunción, o esquizofrenia. 
De un lado, lo público y su ética, en lo que no creemos más que como jungla para depredarla; de otro, lo individual –que es libertad– y su moral narcisista, que es lo bueno, contra lo exterior, la comunidad, concebida en otros sitios como consenso, pero aquí tan ajena, tan frustrante. Y en ese filo nos movemos, teatralizando: el favor y la prebenda, tan válidos para uno (siempre que no te pillen), y la meritocracia como falsa bandera para todos, y más para los dirigentes. 
Puritanismo de filfa que aspira a líderes limpios como escaparate de una democracia sana y pura…, y todos sus salvadores generando un aparato (“publico”) que usan a mansalva y sin perdón, prestándose armas y sicarios para un fuego cruzado (y amigo, incluso) que pobre del que se cruce. Desde las altas esferas al más triste municipio, y con sus redes de clientes y altavoces mediáticos, siempre al mejor postor, para corear y aplaudir. Y de imposible recambio si los dirigentes, ya de adolescentes se empiezan a (de)formar en los boy scouts de la partitocracia, podridos desde la cuna. 
El único relevo seria el de la misma política, para lo cual habría que arrasar el sistema mismo. Algo que nadie –y digo nadie– quiere, porque todos, incluso los antisistema viven de ello, en este inmenso muladar donde, quien más quien menos acaba haciendo de carroñero (o de cadáver), por mucho que unos anden de lindos, otros de sanos y todos de inocentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario