viernes, 31 de agosto de 2018

Sí es sí


A la que el gobierno apruebe, por decreto, claro, su famosa ley del consentimiento explícito para el trato carnal, la actividad más desenfrenada del país (junto con trabajar y leer, a juzgar por lo que todo el mundo declara en los estudios al caso),
y por cierto la menos problemática al menos judicialmente, pues apenas si hay 4,5 denuncias por violación al día, que, si no dejan de ser execrables, resultan cuantitativamente irrelevantes comparado con los 2 o 3 millones diarios de coitos deducibles de lo mucho que nos llenamos la boca con la jodida función, que quedará finalmente y de iure prácticamente fuera de la ley con una norma que supone de hecho una ley seca, que acarreará, como suelen tales sequías, que pase a hacerse en negro (ya empezamos), que es como por otra parte a los latinos nos gusta funcionar; y que si por un casual es con alguien de ese color no se si se incurra en doble falta y tarjeta roja, si se tendrá que recurrir al VAR o cualquier otro arbitrio científico. 
Todo ello, por no hablar de que los notarios se van a volver a forrar, alicaídos como estaban con la poca compra de viviendas y otros bienes postcrisis. Porque, digámoslo ya, el dichoso consentimiento explícito, para que sea eficaz, ha de ser definido, nominativo –y no al portador, que sería lo suyo–, documentado, revocable y equilibrado. 
Y es que, la verdad, presentarse en el bareto o la disco con notario y procurador para levantar acta de los deseos del/a futurible coyundante, ya es coadyuvar, ya. 
Además de que en la negociación previa se te puede ir un dineral en yintonis con ellos en la barra. Y luego, al pasar de las palabras a los pechos, como resulta que te lo pueden revocar en plena faena, tienen que seguir presentes en el acto hasta su consumación, lo cual puede ser peor que el ogino, el gatillazo y el marcha atrás juntos. 
Y todo ello sin psicólogo de cabecera. Y para más inri, lo que es garantizar la última condición, que el trato sea equilibrado, que no se sabe muy bien qué es, todavía puede conllevar más mediadores, como un asistente social o un economista, que nunca vienen mal. 
Aún así, todo está en estudio y no se sabe si como consentimiento servirá un simple email, o un me gusta(ría); si nos apañaremos con 140 caracteres, o si llegaremos a follar por Instagram, virtualmente, para eludir la prohibición y vaciarla de contenido (que es solo un decir, ojo). Pero mientras, excuso decirte cómo se van a poner los puticlubs. O mejor, la prostitución autónoma, que es más anti Fisco. Y es que no hay bien que por mal no venga.

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