miércoles, 15 de agosto de 2018

Cinematontunas: Actores defectuosos


Desde Con faldas y a lo loco se sabe que nadie es perfecto, y menos los actores. Es más, los defectos pueden ser un magnífico acicate y muchas veces la peculiaridad original, a mitad de camino entre el pecado y la marca, que garantiza un ahorro considerable en marketing de darse a conocer.
El equivalente en lo físico a crearse lo que se llama una buena mala fama. El “devil touch” tan necesario para ser reconocido. Si bien luego muchas veces puedan ser un lastre, si no se utilizan a favor. 
Así, Paris Hilton tiene un ojo vago, aunque lo disimule muy bien –y con la ventaja que no tenga que declamar ante las cámaras ningún monólogo de Hamlet–. 
Nuestra Penélope carece de separación entre labio y nariz, lo cual conlleva un dineral en maquillaje, si bien ello también le ha granjeado una imagen –quizá cultivada– de latina caliente. 
Jennifer Garner, de otro lado, y aunque ello no le impida para nada actuar (aunque bien que se haya ocupado de darlo a conocer, quizá como inversión de futuro, para obtener alguna paguica por minusválida cuando se jubile), por  padecer  braquimetatarsia, o que se le monta el meñique de un pie sobre su vecino, debido a un acortamiento de los huesos metatarsianos, que, por cierto, es lo mismo que padece Megan Fox, pero en los pulgares de las manos, mientras que en Joaquín Phoenix es evidente su labio leporino, lo cual le ha servido y mucho para su imagen en tantos papeles con “lado oscuro”. 
Pero lo de Kate Boxworth  sí que es mucho más glamuroso y hasta sexy, pues posee un ojo azul y otro verdimarrón, analogía de tipo perruno que sin duda le reporta beneficios laborales muy a la vista. Algo que el bellezón Uma Thurman, que los tiene saltones, no puede disfrutar, sino aspirar a disimular, con mucha dificultad, algo que sí puede hacer con su peor defecto, que son sus dúmbicas orejas, que apenas enseña, como es lógico, y aún así resulta una actriz de altos vuelos. 
Si bien, y por no cansar mucho esta breve entrada sobre lo poco reñido que andan los fallos físicos, ya sean de nacimiento o sobrevenidos, con las carreras actorales, siempre dentro de un margen, claro, quizá el más elocuente y edificante de todos sea el de Herbert Marshall, gran actor del cine de oro al que le faltaba una pierna, desde la misma cadera, desde la 1ª Guerra Mundial, y que consiguió ser el galán ideal de todas las grandes estrellas tanto del mudo como del sonoro, hasta los 40, en que pasó a ser un secundario de lujo, y al que jamás ningún espectador sospecharía que siempre iba montado sobre una pierna suya y otra que le aparejaron en plena guerra, y que tan solo en una ocasión, en el rodaje de La loba, cuando se arrastra por la escalera, tuvo que ser relevado por un doble especialista. 
Y ahí quedó, para la historia. Para que digan que las minusvalías no producen muchas veces plusvalías.  

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