viernes, 24 de agosto de 2018

Kiosco de verano


Que lo del sexo se ha puesto imposible no es de ahora, aunque lo parezca. 

Corría, con perdón, el año 83 cuando en El Caso apareció, en una especie de consultorio que tenía, la siguiente apremiante cuestión: “Mi marido es normal como varón y se comporta bien, sexualmente, pero después de hacerlo dos veces seguidas en dos o tres días, a veces no quiere más y debo esperar. ¿Necesitan los hombres estas pausas?”. Y firmaba una tal Matilde, de Albacete. 
Valga que para entonces, El Caso era ya una publicación para porteras, acomodadores de cine y parados de larga duración, pero aún así llama la atención que una de aquí –o lo mismo era uno, practicando la impostura, que es la postura en la que más gozan los necios falsos– se hiciera esa pregunta (que nunca está de más), quizá mediatizada en exceso por ese dicho local tan sobrevalorado que afirma que en Albacete, “el que más larga la tiene…”, o ese otro de “una vieja y un viejo van pa’Albacete, y a mitad del camino va y se la mete…”, y que la exculpaban de su ofuscación, como otra víctima más de las muchas leyendas urbanas al respecto tanto con la cosa como con el sitio en cuestión, y claramente abducida por ambas cosas, ello le impedía tomar en cuenta el necesario aprovisionamiento para guerras largas propio del objeto de sus dudas acuciantes,­ y que obviamente lleva su tiempo y acomodo. 
Estaba claro que la pobre y buena mujer había caído frustrada en la misma superstición de los médicos griegos antiguos, que creían que el esperma se formaba en el cerebro, como en las ballenas, y el repentino vaciado del de su cónyuge provocaba, lógicamente, la curiosa ansiedad de la interfecta (“debo esperar”), sin caer en que lo del sexo era como la tele y los anuncios que la mantienen –o sí, pues consideraba la pausa como excesiva–, o bien considerar lo que ya cantaba Krahe –que, por cierto, salía entonces en la tele en el programa, y nocturno, además, de Tola y Carmen Maura–, que no todo va a ser fornicar, y alguna vez habrá que hacer una barbacoa o ir al cine, aunque sea porno. Un respiro, Matildes, un respiro.

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