jueves, 1 de noviembre de 2018

Penantes


Desde luego es que estos de la Iglesia tienen un papo que se lo pisan. Van y establecen el Día de todos los Santos, y a las Santas, que les vayan dando. Y llega el lenguaje de género, y que si quieres arroz, Catalina. Como si oyeran llover.
Talmente como si pensaran lo que algunos cáusticos dicharacheros de esos que se refieren con retintín a su señora como “mi santa”: que si ellas lo son todo el año,  qué menos que los varones lo sean por un día, aunque solo sea para que los llamados Santos se paguen algo. 
Pero, la verdad, ya podían actualizarse y poner el Día de Todos los Santos y Santas. Oye, que igual estoy hablando de más, y es a lo que fue Carmen Calvo al Vaticano y ya está acordado y todo, y estamos aquí con lo de Franco y la Franca, y tal. Y, total, es gratis. Quiero decir que no creo que haya que darle algo más de los presupuestos generales a Cataluña por cambiar la citada onomástica. Vamos, no creo. 
Porque santos, lo que se dice santos, apenas si hay. A lo mejor 500, ó 600 a mucho tirar. Y además, por suerte están todos en el paraíso, a la derecha del Padre. Bueno, y alguno a la izquierda, que buena gente hay hasta en el infierno (víctimas de un mal abogado de oficio, claro). En cambio, pecadores del montón , de la pradera, de playa u otros, mira si hay esperando ganarse el cielo, no solo aquí, sino en el más allá. 
Toda una clase media pringada por el estigma pecaminoso esperando por su salvación. Ciudadanos aún no libres de pecado que aguardan un ascenso, a lo Rivera, por poner un caso cercano del Purgatorio actual, por la vía de los sufragios de los demás, que son los vivos. O al revés, no sé. 
Todo un ritual, mundano ahora, pero que empezó siendo más escatológico todavía cuando los monjes de Cluny eligieron el 2-N como Día de Difuntos, para mediar por los idos y olvidados normales que, aún no santos, estarían por ahí, sin nadie que les echara una mano en su meritoriaje tras el responso, encauzando, por un módico precio, las rentas para súplicas y oraciones donadas por los vivos. Un ejemplo que ya podía cundir, pero con los desahuciados en vida en este Purgatorio, que, ni con sufragios, oye.

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