jueves, 8 de noviembre de 2018

Setas

Llega un momento en la vida en que, como ya no te da tiempo a arreglar lo de Cataluña, vas y cambias de coche, o ellas de cocina, a la vista del hastío que da cambiar de maromo.
Es ley de vida cuando entras en agujas, describir giros, falsos cambios de rumbo, tratar de abrir de nuevo aquellas cien flores –lo de las 100 escuelas ya es más difícil­­­­­-, esta vez de otoño, que duren quizá un día, lo que tardan las polillas en morir tan felices –espero-, pegadas a una luz equinoccial regalada cual propina. 
Eso, los piadosos con su propio des(a)tino. Los más prácticos sencillamente cogen setas, esas otras flores telúricas que se abren micelio arriba como por una entrepierna liminal, alguna, tan intestina como la generada por esa cuadra oscura del Tribunal Supremo, que alguno ha equiparado a la así llamada Pedo de Lobo, pero que, salvo por la pinta nada tiene que ver, pues tiene muy buen comer, y la otra es intragable, y podríamos llamarla hiposeta, más por lo hipotéquico que por lo hipotético, pues hace subir el pan, y cuyo valor culinario es más que patente, en razón del orificio del que nace, que más que setero, es setario, que diría un gallego comiéndose la C –aunque estos letrados padres de la patria se comen bastante más que un artículo o una ley, menos las letras, que esas las dejan a los paganos-. 
Y lo peor es que luego hay que oír a la Sexta, esa otra secta. Porque, llueva o no, el erial sigue siendo particularmente prolífico en excrecencias, muñones, pegotes, eruptos (y eructos), pústulas, despropósitos, improperios y sarpullidos, y ya su lengua más usada, es un decir, define que la única diferencia entre secta y seta es una C. C de caca, o de cabrón, que suelen actuar en grupo, aunque sea en conjuntos disjuntos, y que son una de nuestras grandes hipotecas. La hipoteca nacional. De la que ya no se hacen películas. No porque ya no esté Berlanga. Para qué, si ya está Sánchez para solucionarlo en falso y por decreto con otra seta de otoño que a la larga será igual de tóxica, pues aquí, si no te mata la enfermedad, seguro que te mata el remedio. Con tanta seta. Y tanto setero aficionado…

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