sábado, 12 de enero de 2019

Sororidad


Fue elegida la palabra del año 2018. La RAE incluso se la tragó, a lo pulpo como animal de compañía, quizá como concesión (paternalista, claro) para compensar un pasado de estrechez y remilgos (congruentes) en lo del lenguaje inclusivo, y dando por inocua la nueva palabreja. 

Aunque la RAE debería saber que ninguna lo es, dado que las palabras las carga el tiempo y son mutantes. Y esta, que empezó siendo, hace nada, amistad o afecto entre mujeres, tan solo unos meses después ya es solidaridad mujeril en un contexto de discriminación sexual. Es decir, del concepto oficializado, clásico, blanco y evocador de la congregación monjil, se ha pasado al acusatorio y combativo de toda la ecúmene femenina como damnificada potencial del sexismo. 
Lo cual no deja de ser una traslación un tanto desvirtuada y poco equivalente, pues, de agrupación de hermanas a nutriente del motor del empoderamiento femenino universal, va un paso. Una bifurcación de sentido tan anunciada que la inserción académica se antojaba irrelevante. 
Y ello, pese a que en la genealogía de esa energía liminal de lo femenino como fuerza tectónica –y ojo con la c– estén precisamente las comunidades de arrecogías –por lo común marginadas en su entorno familiar o social–, que a partir de su propio enclaustramiento generan otra convivencia, otras reglas, valores y sociedad, y que por sernos tan prolíficas y cercanas han sido objeto de estudios pioneros –Julia Varela, por ejemplo– de esta equiparación inter épocas, aunque hoy no pasen de raíz lejana, por profunda que sea, y de donde surge el término. Cuya inclusión confusa, incluso edulcorada y beatificada sin fuste, que difiere de cómo la sociedad lo entiende hoy, no beneficia ni a la lengua ni a las mujeres, aunque a alguna le alague el detallito tipo florero de una academia más obsequiosa que la de OT. 
Quizá para evitar lo que cabría esperar de la nueva sororidad en cuanto a la lengua, si fuera coherente, y que es acabar con toda ella, como constructo social que es del más vil heteropatriarcado. Aunque, de momento, solo parches. Es lo que el nuevo movimiento da de sí, y –lo peor– también la RAE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario