viernes, 27 de abril de 2018

Del rosa al amarillo


Se dice que el apoyo de los sindicatos de clase (ni se sabe) a la movilización secesionista del lazo amarillo de hace unos días hace peligrar un 1º de Mayo como Dios (o Bakunin) manda. 
Pero el caso es que el 1º de Mayo hace tiempo que dejó de peligrar. Tanto, si no más, que el que esos mismos sindicatos tardaron en hacer del amarillismo una norma de actuación, que fue al mismo morir de éxito (siendo sus restos cadavéricos los que se pasean una vez al año en dicha fecha) cuando consiguieron al fin, aunque tampoco es que les constase tanto, fundirse con la entraña, el tejido, la enjundia misma de la patria, haciendo dejación de sus valores, reglas y propósitos y pasando a adoptar como propios todos los vicios, perversiones y malas artes económicas, políticas o culturales, presentes en el cuerpo social de sus entretelas en el que pasaron a integrarse plenamente. Solo dos ejemplos: los ERES y las pensiones. 
El primero es un caso típico de bandolerismo surdespeñapérrico, aunque no exclusivo de la zona, y si no, ahí está la paguica universal que ya se apunta como nuevo futuro limosnazo extractivo nacional (del pagano común) del futuro. 
El paradigma más escandaloso, pero no el menor –ahí está el PER y sus peonás, aunque bien enmascarado como ayudas a la subsistencia agraria–, de toda una herencia cultural, como es esa tradición legendaria del bandidismo social, como lo definió Hobsbawm, o bueno, a partir del mito de Robin Hood, por el cual, quien roba a un ladrón –el empleador, el estado (o sea, el contribuyente)– tiene más perdón que el ladrón mismo, que siempre es otro, pues uno mismo no puede serlo, tan asentado en la ideología sureña y española en general, tan llena de miserias, y que es la base a su vez de ese doble rasero tan típico de aquí como es el utilizado por una opinión pública históricamente, por esa y otras causas, tan bizarra por diegocorrientista, romántico-sectaria y autocomplaciente, y que tan loca saca a la peña conservadora, por perdonar siempre a unos mientras ellos van a la picota a la que birlan un bolígrafo de propaganda, dicen, aunque guinden bastante más que eso, pero no más que los indultados. 
Siendo todo ello, además, lo que da gas periódicamente a cada intento imperturbable de revivalismo de la cuerda izquierdocínica, con el impagable adobo, todo hay que decirlo, de facundia reaccionaria presente casi siempre en la media verdad que juran y prestan las centrales como ayuda indispensable para cada reciclaje, en lo que se han convertido en expertas, como buenas correas de transmisión de las clientelas. 
Y lo de las pensiones, pues eso, un puro bucanerismo político para confundir (o birlar) el debate real y cada vez más obligado de que nadie ha cotizado lo que cobra sino mucho menos, ni nadie cobrará ni loco lo que cotiza, al paso que vamos, y que, o se produce para tener o se gasta para hambrear. 
Pero eso, en realidad, no entra en la agenda de un sindicalismocada vez más amarillo, y sí alimentar con tremendismo interesado y no pequeñas dosis de postverdad la ignorancia e incertidumbre crónicas sobre el asunto. Para que siga. Porque es de lo que viven. O vivimos.

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