viernes, 4 de mayo de 2018

Consultorio

Pregunta: 
Mire usted. Tengo un problema de poca monta, y guárdenme la incógnita: mi suegra sale a abrir cuando está en el dentista. No la puedo dejar sola. La mando con la chiquilla a la revisión del aparato, y la arma. Es oír el timbre y abrir a todo quisque, y le preguntan sobre las citas y le enseñan las muelas y todo, la toman por la madre del médico y el otro día me vino con una liebre, pero una de verdad, ametrallada por los cuatro costados. “Para que se la haga a su hijo en escabeche”. Y tan campante. Y mira que las muchachas de la clínica están pendientes de ella para sujetarla, pero es que le sale de dentro. Y como ahora viene la comunión de la chiquilla,  con lo trasto que es, va a parecer que tenemos doncella vieja, y vamos a quedar fatal.       
                                       J.A.C., madre y nuera preocupada.
Respuesta
Uy, menos mal. Por poco me asusta usted con su problema de poca monta. Pensé que tenía un poney en el piso. Pero veo que es usted sensata y sólo tiene suegra. Pero no se preocupe. Todo se soluciona con el tiempo. Verá. Su madre política –porque lo será, como toda jubilada– muestra síntomas del llamado Síndrome del Mono de Durruti, lo que los psicoperiodistas aficionados entendemos como rémora persistente y activa del pasado. Ejemplo: Basta que alguien se ponga un mono para enseguida creerse Durruti y almorzar tanto y durante tanto como un obrero. Entre los funcionarios conseguir uno al menos al año como ropa de trabajo es fundamental. Para el chalé. Incluso hay empresarios con mono que, sin saberse la Internacional ni nada, pasan toda su vida por tales. Conocí a uno, bien forrado, que quince años después de jubilarse aún iba en mono (y silla de ruedas) por el taller, alentando al proletariado a la emulación laboral, hecho todo un camarada.
Lo suyo, sin embargo, sería no celebrar la comunión. Pero si Juanito Valderrama ha llegado a ser un referente de distintas generaciones es por superviviente (ya lo decía Julio César: vence quien permanece), y porque la primera comunión ha quedado como la mayor alegría para un padre y una madre, en vista de que rituales de paso como las bodas se han vuelto intrascendentes, o se han anulado, como la misma muerte. Así que lo mejor será hacerla al aire libre y quitarles los timbres a las bicis. Y cuidado con la liebre, que en estos eventos se acumulan muchos gases y siempre les quedan perdigones.

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