domingo, 20 de mayo de 2018

Ficciones y contradicciones. Contribución a la crítica de la ecología política (para un planeta más justo, naturalmente). Post-it 1: Los Isidros

El Índice de Ventas, o Los Isidros. Hemeroteca.

Una contribución a la crítica de la ecología política (para un planeta más justo, naturalmente).

"...no se refiere a ningún índice de caja sino a otro muy peculiar que funcionó a mediados del tercer milenio para contratar los futuros agropecuarios, según los resultados de las corridas de toros en la plaza de Las Ventas, donde llegaron a darse, entre unos y otros eventos, 107 corridas por año, 77 novilladas con picadores, otras tantas sin, varios Bomberos Toreros, Toreo Circense, Teatro Torero, pasarelas de moda taurina, charlotadas, Tauroshows (noches de Tauromaquia que incluían el famoso Estriptis de la Taleguilla, en el que un torero de importación
se iba desnudando por tercios, como correspondía al ritual, hasta quedarse en taleguilla picada, que al final, ruborizadamente arrebujado sobre sí mismo, se quitaba cubriéndose hecho un ovillo mientras la lanzaba a alguna dama de postín, diciendo “va por usted”, que fue lo primero que desaparecería con el bando de Alcaldía de lo Púbicamente Correcto, y después todo el número, por respeto a la presidencia de la plaza, que seguía ocupada por el gremio de policía, que sí prohibió el número de los pornotoros –que no me está permitido contar aquí acogiéndome a la censura de apología del mismo– y otras Recreaciones de la Fiesta, como se las llamó; sin mencionar las becerradas de enchufe de rigor, pruebas de la escuela taurina y hasta capeas para visitantes honorarios que vendrían de otros países, con degustación de lomo de caña, finos y rumberas, que harían que la gerencia tuviese que alquilar la plaza de Galapagar como suplente, por haber días de dos y hasta tres festejos relacionados o no con el toro (como mítines y conciertos), siendo tal la saturación –recíprocamente llamada overbooking, en deferencia con la elección de la plaza para poner nombre a tal índice–, que en época electoral cualquier mitin a celebrar tenía que prever el aforo y por prorrateo hacerse una estimación para adjudicar lotes, de manera que, de no llegar a cierto número, se derivaban a Alcorcón o a Navaluenga y, según la tendencia fuera folclórica o empoderante, a Chinchón o a Majadahonda.
Estos cálculos, verdaderos lances imposibles de ejecutar sin virguería, junto al ojímetro, un aparato instalado en donde la banda de música para estimar a vuelapluma el número de pañuelos al aire, su color, la extensión del griterío y clase que lo acompañaba, el viento, los olés, las mordidas de labio de las mozas ante el plante y desplante de los maestros, los puros, chicles y helados consumidos, los abanicos naturales e indiscretos, guiños, etc, etc, como elementos mensurables para conceder más o menos orejas, ya que del rabo apenas si se hablaba en dicha plaza desde el citado bando..., iban a ser la base de un estudio matemático hecho en Harvard por un equipo patrocinado por los Bulls de Chicago para determinar la enorme complejidad de la previsión de precios, que primero se aplicó, como era de esperar, en la carne de lidia, especialmente en la lengua de toro, cuya demanda se había disparado haciendo de su contención y manejo una cuestión de estado. La aplicación de esta receta sería tan positiva que supondría el pistoletazo de salida al mercado con todos los parabienes de la fórmula conocida ya como Índice Las Ventas en el coso de la ciencia económica. Lo cual no debió ser poco para la ciudad matriz, que inmediatamente puso su nombre a una calle de los arrabales y a un tendido de la plaza que desde entonces se conoce como del Índice, o del Dedete, por pensar el vulgo que era por algo relativo a los significados de ese uso cesáreo, tan esencial para triunfar por la puerta grande o irse por las simas de su arena. Posteriormente, y una vez que el Índice pasó a la memoria colectiva y por lo tanto a la desmemoria, hubo un suceso en dicha plaza que...


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