viernes, 11 de mayo de 2018

El gran comando

ETA se ha apuntado al final (¿) a una cosa que se lleva mucho últimamente: el party funeral o funeral fiesta. 

Lo de celebrar la muerte –algo que los suyos siguen haciendo con la de otros- con un happening o guateque, es algo que viene del norte (y en nuestro caso más), y al contrario del gusto por lo íntimo de las despedidas fúnebres instalado por aquí, ellos han optado por la instalación, la performance, a lo nórdico, como suelen hacerlo en esos parajes tan oscuros (aunque menos que algunas almas), que tienen que aprovechar a los difuntos para poder reunirse y tomar un bocao y echarse unos jijijajás. Como las hienas. 
Y estos, que se han tomado el velatorio nacional que han fabricado a hierro y fuego como una sociedad gastronómica más, a los postres de la historia, y como necesitan mucho público para reírse de todos, en vez del típico “no se invita particularmente” tan esperado para su entierro, han celebrado, previo casting macabro-hijo de puta internacional, todo un alboroque, como suele hacer todo aquel que acaba de vender algo (en su caso la moto de su extinción), una convidá con todos esos buitres profesionales de lo cadavérico que forman la clá, no se sabe bien si de entristecidas plañideras o de fieles y alegres aplaudidores por todos los muertos –o vivos muertos en vida, que es igual- por la incausa. Y todo ello a cambio de las treinta monedas en parabienes, regalitos y a lo mejor un viaje a las Maldivas, con que a lo peor se les paga el bolo, sufragado por el resto de los que quedamos con vida. De momento. 
Siendo por lo cual que con todos esos solidarios interlocutores venidos a picotear en la carroña y a sorber de los jugos mefíticos de nuestros restos, esos tristes pajarracos sonrientes dedicados al turisteo con la muerte haciendo de testigos de ese otro crimen terrorista que es hacer el teatro de su extinción, con todos siga siendo bien de aplicación el viejo chiste gringo de abogados, debidamente parafraseado: “¿Qué son 40 mediadores, observadores y testigos del fin de ETA encadenados en el fondo del mar?”. Pues un buen comienzo. Que, por desgracia, no ocurrirá. Malhaya.

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