miércoles, 22 de mayo de 2019

Por cuenta ajena


Érase un hombre que cogió la costumbre de despertarse a las 4,13 de la madrugada sobresaltado con la mano agarrada al miembro ardiendo duro como una centella y preguntándose “¿qué hago yo de mamporrero intelectual?”. Y como ya no podía conciliar ni el sueño ni nada, fue a buscar una farmacia de guardia.

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