miércoles, 20 de junio de 2018

Cinematontunas: ¿Clint Romero o Constantino Eastwood?

Una de las grandes frases del cine no hubiera tenido jamás la resonancia que tuvo en español de no haberla dicho un grande del doblaje como era Constantino Romero.
Es más, la carrera de Clint Eastwood, especialmente bien valorada por estos andurriales, le debe mucho a dos hechos digamos de orden latino –sin querer con ello devaluar los anglosajones méritos propios del gran cineasta–, como son su paréntesis italiano (que acabaría siendo catapulta), con parada en Almería, y, especial y muy relevantemente para nosotros, el préstamo de la voz de Constantino que acabaría de hacer de él un actor de adopción.
Según se cuenta, Clint ha sido siempre consciente del valor añadido para el mercado español –que no es todo el hispano, mucho más extenso, más en versión original y en todo caso con otros doblajes, cuando este se da– que supone el préstamo de Romero por estos lares. Incluso se le atribuye haber dicho que con él consiguió que Los puentes de Madison le gustase hasta al público masculino, de lo varonil que sonaba. 
Porque, digámoslo ya, la voz original de Clint no es precisamente uno de sus fuertes. Y lo que es peor, no acaba de cuadrar con muchos de los papeles que lo elevaron a icono del cine, sobre todo después de haberlo oído tantos años con otra voz, que es la que descubres que es lo que le faltaba para su redondeo dramático, y que funciona como un injerto a su talento físico, del que hace de complemento ideal.
Y es que eso es lo que fue Constantino para Eastwood, la parte añadida para elaborar el mito en nuestro idioma. Cuando los mitos aún se hacían de oídas. Lo cual está claro que es toda una impostura. Una impostura que, de no existir, habría que haberla inventado. Ya que de éstas las hay infumables y otras excelsas. Así como distintas.
Por ejemplo, la efectuada por José Guardiola doblando a Bogart –al que por cierto también acabó doblando Constantino–, que es la perfecta, teniendo en cuenta que si ya en original, la voz de Humphrey es determinante, en castellano, con Guardiola sucede lo mismo, siendo su voz la que nos lo traslada a nuestro eco en su auténtica personalidad cinematográfica, haciéndolo perfectamente comprensible tal cual es, lo cual es de un gran mérito, y que es precisamente lo contrario de lo que sucede con el Clint de Romero, que desvirtuándolo con una voz ajena le confiere la personalidad propia completa con que se nos presenta icónicamente.
Todo un logro y algo que no sucede en las películas originales de Clint, cuyo desacople entre voz y presencia creo que ha sido una de las causas por las que el gran público de allá no ha hecho de él nunca un actor de culto, como sucede aquí. Y por lo que llega incluso a resultar decepcionante al verlo en películas como La leyenda de la ciudad sin nombre, con esa diferencia tan grande de registro al hablar y al cantar –por otra parte afrontada por él mismo tan sin complejos, como autoparodiándose, y más teniendo en cuenta la majestuosa voz de su compañero Lee Marvin–. Todo, tan de agradecer.

Son esas cosas por las que tanto echamos de menos a Constantino. Incluido, espero, el propio Clint, al cual estoy seguro que le gustan más sus películas en español. Porque es que es como si fuera más lo suyo, ¿no? O al menos lo parece, que es lo importante con los sueños.

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