lunes, 4 de junio de 2018

Contextos, o sin textos

Con la lengua hay que tener cuidado, en todos su usos, no vaya y nos pase como a aquella a la que el médico quería hacer una prueba de enzimas, y dijo que se lo hiciera a su señora madre, creyendo que la enzimología era un tipo de “preversion sexual”, talmente como la postura del misionero, o peor.

En esto, como en tantas otras cosas, el contexto es fundamental, y más con la cantidad de camillas, el calor y la poca ropa que se gasta en los hospitales, que en seguida sale todo a relucir. 
Si en otro contexto, esa misma señora, te dice “mira que soy desgraciá, que voy a la playa y todo el mundo lleva de todo y yo, ni crema protestona”, pues te ríes, pero en realidad no es para tanto, porque tú sabes que el uso de cremas en el campo, su contexto de procedencia, es más bien reciente y así, no te extraña oírla decir que se ha quedado sin crema “intratable” (por hidratante), que debe de ser de una hidratación portentosa, la hostia en crema, una animalada de mejunje, una vez, eso sí, que has descartado, por aquello de las influencias locutivo–deportivas de la tele, que se trate de una crema a la que ni puedes saludar ni nada porque tira patrás a coces.
El contexto ayuda mucho para evaluar lo desconocido. Ahora hay por ahí una palabra de cuarto y mitad que ya veremos, ya. Es ciberdelito, y se empezó a utilizar una vez que al delito informático se sumó el electrónico–informativo en red o no; o sea, cuando la aldea global estuvo intermediada, cosa más fea. 
Puede ser una solución, pero en sentido estricto, ciberdelito puede ser también darle el timo del tocomocho a un androide, por poner algo, que están, como aquel que dice, a la vuelta de la esquina, como el campo, que es lo bueno que tiene, que alberga tanto seres del cuaternario como de la robótica, o de la rebotica, que diría la señora, y con razón. Y luego tenemos cuidado con las setas, que es la única producción netamente campestre.
Porque el contexto también engaña lo suyo. Por ejemplo, con motivo de las próximas elecciones, se dice que se presentan muy abiertas. Lo cual es muy de agradecer, así, nada más llegar y sin saber si vas a ejercer o no el voto. 
¿Quiere esto decir que las elecciones, como el campo, son otro tendido supino predispuesto a que les enzimen lo que sea? Tal vez, pero tratándose del origen de esta construcción léxica, que es la retransmisión futbolística, mejor sería utilizar el verbo meter, por aquello de los goles como su mayor característica, cuando se producen, o suben, pues ahora los goles sufren ese fenómeno aún por determinar si es ascensión o asunción hacia el marcador, que al contrario que el vino de la ésta, sí tienen color, aunque no se vea. Otro fenómeno para el expediente equis, de la quiniela, naturalmente.
Y ya en plena guerra de la fibra, óptica por supuesto, si esa misma señora te dice que ella se ha apuntado a Iglesias, entonces viene el problema. No por nada, sino porque, aunque te extrañe que aún no lo estuviera, tú ya no sabes si estás en el contexto electoral, en el que ella está, como su preferido, con todo el derecho, “perene”, o si, lo que también es probable, es que se refiera a que ha contratado con Ono su otro derecho constitucional, la casquera inalámbrica, y va evidentemente confundida por ahí.

Es lo que tienen los contextos, que se cruzan. Entonces viene el pitote. Y es que tiene ciberdelito lo que algunos medios y muchos parlovoceras tontinautas están haciendo al bogar en el vómito de sus palabras. Y nosotros, más abiertos que una elección, así, sin erre. Como si no tuviéramos bastante con desentrañarle la madeja a nuestros mayores, que, confundidos en esta ciberbabel, tratan de apropiársela asimilando lo nuevo a la semántica, es decir a lo que ya es nuestro. 
En cambio los gilinautas hacen lo contrario, ceder la herencia a cambio de cualquier palabrucha que suene a ajena. Y lo peor de todo es que todo será historia. Y como siempre nos la contarán desde fuera. O sea, en otra lengua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario