viernes, 22 de junio de 2018

Síndromes

En su película El quimérico inquilino ­–o el locataire, en francés, que suena más propio– Polanski plantea lo chaveta que puede volverse cualquiera en un piso marcado por el mal.
Algunos nunca se recuperan, como Aznar. A Rajoy, en cambio, le ha bastado una semana para volver a la normalidad (por otra parte tan anormal) de su registro (uno de ellos; otro es el de andarín a remo o braceante, y tal), mientras que Pedro Sánchez, en esos mismos siete días ya ha dado muestras de insania, al ir de registrador, sin serlo, aunque sea de bolsillos de contributontos, para lo cual ya se sabe no se necesita ningún máster de la Rey Juan Carlos, que es donde los políticos abrevan (para abreviar) su currículo. 
No hace falta. Con el ascensor social actualmente averiado, y su mantenimiento en manos de compañías low cost, o en negro (con perdón), por abaratar, lo de los títulos y méritos varios no sirve ya ni para limpiarse, porque no te dan ni papel, y la orla como que es demasiado acartonada–. 
De hecho, lo más resultón es una política de rostro humano, que como aquel socialismo de Havel, aquel buenista adelantado checo que quiso hundir el comunismo antes de tiempo, funciona como una aplicación o software populista que todo lo pasa por la túrmix de la posverdad emocional –de ahí que se promueva a la par como parte del kit la inteligencia de tal signo, otro fraude–, o el periodismo de igual catadura, que tapa la realidad con sonrisas y lágrimas, como una cabecera de telediario. 
Y más en un lugar como este, tan afín al síndrome de La Piara, en que todas las mezclas de amasao para la tornaja, tanto material como intelectual, tan bien parecen, “más buenos que el pan”. 
El mensaje es, vamos a llevarnos bien. No riñamos, aconsejan, como esos pobres abandonados de Mariano, que andan todos (y todas, mayormente) por ahí, por la oposición, por cierto siendo mayoría en ella, tarareando en sus escaños (y escoños) los famosos tangos granaínos, “desde que se fue mi Pepé, el huerto no se ha regao”. Si eso no es posverdad que venga Mariano y lo vea. Y lo registre. Aunque, como para moverse de Santa Pola está la vida. Quién pudiera. 

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