jueves, 4 de diciembre de 2025

Libertad

Si hay algo de lo que todo dios habla y nadie sabe lo es, eso es la dichosa libertad, eso que cada uno siente a su bola. Así, los hay cuya libertad consiste en irse de putas. O en tener veintitrés móviles, como Koldo. Qué tío más grande. O en chupar picaportes. Por eso hay tantos lugares comunes para concitarla, como esa entelequia absurda del poder vivir como se quiera, solemne gilipollez, pues a saber si esa pretensión es propia, inducida, obligada o posible, pues los otros -o sea, el infierno- también existen. 

En este sentido, no hay canción más manida, tontorrona y descerebrada que la de Nino Bravo (por buena que sea), con los pajaritos que escapan de la prisión, el viento, el sol, el mar…, hay que joderse. Evidentemente, se trata de una escoria del romanticismo que aún pervive. Hasta que llegaron los comunistas -¿otro romanticismo?-, para poner las cosas en su sitio. 

Fernando de los Ríos, uno de aquellos primeros socialistas panolis burgueses -si lo sería que hasta el mismo García Lorca se cachondeaba-, vino de su entrevista con Lenin tan escandalizado, que luchó para que el Psoe no ingresara en la III Internacional, pues, al achacarle al calvo que en Rusia no había libertad, éste le respondió con su famoso: “¿Libertad para qué?”. La pregunta del millón. 

Pero una cosa es cierta: hoy, en tiempos percibidos como de libertad (aunque sea vigilada), cada vez, quizá por eso, es más indiferente e incluso se tiende a su desprecio. Así, las nuevas generaciones (y los de otras no tan nuevas), que disfrutan desde que nacieron de grandes libertades al uso, no es que se hagan la misma maldita pregunta, pero en la práctica, se comportan como si se la plantearan a cada momento, pues, contrariamente a identificarla con el estado del bienestar como democracia, como suelen hacerlo sus mayores, la sitúan en poder tener vivienda, trabajo o un coche, o sea en su estado del malestar. Esas manías que les hemos metido en la cabeza y no pueden permitirse.

 El resultado son las encuestas y la opinión subyacente de, si esto es la democracia, que se la metan por donde les quepa. Lo único es que de leninistas tampoco tienen nada. ¿Para qué? 

sábado, 29 de noviembre de 2025

El embanaste

 

A Juan Soto Ivars ya le tienen pillado el DNI. Ahora se va a llamar Juan Choto Ivars.

jueves, 27 de noviembre de 2025

Viajeros


Los viejos no viajamos (o viejemos) porque podemos, por el tiempo libre o por aburrimiento, sino por ponernos al día. Por eso siempre acabamos viajando al pasado, a aquel sitio que deberíamos haber visitado cuando jóvenes, a aquel que nos despierta la nostalgia, o a aquel otro cultural, que es en sí misma la quintaesencia del pasado. 

Los edificios, los sonidos, los sabores -pero si hasta McDonald’s es pasado-, el ayer es la ruina por definición. Y si algo tiene la edad es la conciencia presencial, casi corpórea de que el presente pasa de un modo que ni existe. Hombre, hay quien jamás se percata de esa implacabilidad. Yo mismo tardé casi siete décadas en darme cuenta. 

Pero estoy seguro de que, aunque sea la sola intuición de esa fuga, es lo que da el pistoletazo de salida hacia ninguna parte en forma de viaje, que todo el mundo sitúa en el futuro, aunque sea inmediato, pero que siempre se convierte en un regreso al ayer. 

Irremisiblemente, pues el porvenir, por norma, pertenece solo a quienes tienen expectativas de vida, que, básicamente, consiste en construir vivencias, viajando o sin viajar, a las que poder volver ‘de nuevo’ en otra fase de la existencia, por reconvertidas de alguna forma en futuro. 

Algo que es impensable en la última (bueno, penúltima) estación. Lo cual hace del viaje, en su concepción Imserso/Agencias, una huida hacia adelante que siempre acaba en el pasado. En un patético día de la marmota, y voluntario, o sin derecho a queja. 

O eso, o eres un masoca irredimible que, cuanto más cerca del hoyo, más lejos de casa. De donde tanta cena y evento, la celebración de la no muerte hoy. O el cobro de la paga el 23 o 24 y su adelanto por los bancos para desbrozar esa carrera hacia la nada a la que todos colaboran. 

Por eso el otro día me quedé aterrorizado al ver en mi correo un aviso de El Corte Inglés que decía: Antonio, te mereces no parar de viajar. Es lo mas parecido a la maldición de la gitana, pleitos tengas y los ganes. 

Y ya me veo por ahí, sin parar, pirata perdido del uno al otro confín, que es mi Visa mi tesoro, mi ley la bolsa de viaje, mi única patria, viajar. Todo un poema. Qué les habré hecho.

sábado, 22 de noviembre de 2025

Letras pa'l cante: bulerías

 

Tengo los ojos tan hechos

a gobernarme en lo oscuro,

que cuando miro tu cara,

con tus ojos me deslumbro.

 

Cuando tenga la Internet,

con (tu cara) mis ducas voy a hacerme

una paginita web.

 


Sé que no tengo perdón,

pero disculpa, muchacha,

el prontito que me dio.

 

Alabo yo tus ojos cuando me miran,

los dedos de tu mano

son como anzuelos,

la raíz de mis carnes

a mí se me eriza,

tu cuerpo es una cama

donde me duermo.

 

Gente no para de hablar

y hecha gasolina al fuego

para que me queme más.

 

Y quisiera ir adonde se fueron

los sueños del ayer

cuando se perdieron.

Y poder decir

que las ilusiones

me han hecho a medida

un trajecito nuevo.

 

El aire que yo tenía.

mijita de pan, mijita de pan,

te lo has llevaíto puesto

cuando coges y te vas.

viernes, 21 de noviembre de 2025

Colores

 

En mi niñez, una película en color era sinónimo de buena. Algo así como las rubias, o las pesetas. De esta guisa nos tragamos cada callo de no te menees. Claro, como el franquismo era tan gris…, dirán los que a su vez se han tragado esa memez de los que reescriben (y repintan) la historia a su modo. 

Pero el color del franquismo no era el gris sino el blanco y negro, que era el del cine (y la fotografía) de la época, que son los que modulan en la retina su visión y revisión. Cuestión de pituitaria. Y ello por una simple razón técnica.

 Como lo cotidiano, el vestuario, la decoración, los ajuares, el mobiliario, el paisaje, se daba en colores predominantemente planos y mates -pues, eso sí, el brillo brillaba por su ausencia (hasta los sesenta)-, al ser manufacturado por la óptica de entonces aparece en gamas de gris y así queda para la posteridad. Es el mismo tipo de manipulación, pero en este caso ideológica y autoinfligida, que experimentó la propia generación que instaló esa opinión del grisú del franquismo, cuando a partir de Novecento y toda la moda neo pobre expandida con la crisis del petróleo, fijó una serie de colores planos aunque impuros, como el marrón, el pardo, cereza oscura, verde sucio, añil, azul marino, como los propios de los obreros y el campesinado clásicos, y haciéndolos suyos (quizá en una reacción anti floral y anti hippie, o mimética) para identificarse con un pasado irreal, se personaron en la historia como los herederos (y vanguardia) legítimos de esas clases.

 Todo un artificio cuyo mayor triunfo por aquí fue lograr que el color del pasado ya no dependa del punto de vista subjetivo de lo vivido en riguroso directo, sino del cristal con que la miren ellos. Que ya tiene mérito, pues, como modistos de época y directores de arte no tienen rival. 

Si bien siempre han contado con una ventaja, y es la inclinación de una buena parte del personal a pensar que cualquier tiempo pasado fue peor, especialmente ese. Mientras sus nietos lo añoran por maravilloso sin haberlo vivido. ¡Ole! Tal vez por serles el presente tan infame, que a saber de qué color pasará a los anales, nunca quizás mejor dicho.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Primicias

 

España es el país de la UE con más pobreza infantil. El triunfo de Mandani reescribe el mapa moral de Occidente y convierte la ‘segunda ciudad sionista’ en un laboratorio pro Palestina. Autocracia en TVE: su presidente decide sin el consejo contratos por 400 millones. La brecha salarial entre los empleados públicos y los del sector privado llega al 25%. El mayor buque de guerra del Pentágono entra en aguas caribeñas Al menos 12 muertos en un atentado suicida en Islamabad. En el futuro, los ricos serán más guapos y los pobres más feos. Leire Díez implica a Sánchez y a Bolaños. Ofreció al fiscal Stampa su regreso a Anticorrupción: “Viene del máximo”. Se desconoce el número de víctimas en Filipinas por el super tifón. Muere a los 112 años Angelina Torres, la española más longeva. Trump pide a la Corte Suprema que revoque la sentencia que lo condenó por abuso sexual y difamación. El gobierno negocia otro indulto para Junqueras. Canadá pierde su estatus de país libre de sarampión. Torres adjudicó en una hora dos contratos idénticos a una empresa investigada. Opacidad de la diócesis de Getafe cuando Zornoza, sobre abusos y encubrimiento. Los Javis se separan tras 13 años. Sánchez asegura que llegará a 2027. La normalidad vuelve a la audiencia de Pablo Motos tras el paso de Rosalía por La Revuelta. El plan antitabaco de Mónica García dispara el contrabando. La crisis del cribado de mamografías en Andalucía parece que no penalizará en votos a su gobierno. Interior da chalecos antibalas caducados a los policías del Campo de Gibraltar en plena guerra con el 'narco'. La crisis de la gripe aviar amenaza con dejar sin huevos a España. Mazón coloca a su segundo como candidato. La vivienda seguirá subiendo. Las obligaciones de España superan el 600% del PIB. Bolaños -suspendido como abogado por infracción deontológica- sigue adelante con su golpe a la Justicia. Según el decano del colegio de abogados de Madrid, “la fiscal de Madrid se sintió como un sándwich” (¿empanada entre García Ortiz y algún otro panarro?). 

“Madre mía, Mari, cómo viene la prensa…” 

“ Sí, todo lo que tu quieras, Pepe, pero, ¿has tirado de la cadena?”

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Ilusión


Por estas fechas, quien más quien menos saca a pasear su pequeña melancolía de superviviente que echa de menos a sus seres queridos ausentes. Además, por supuesto, de llevarlos en el corazón, o en la cartera, que casualmente son los dos modos de votar (bueno, y algunos con el culo). 

Pero, mientras no los lleven en un bolso…, como la viuda de Sir Walter Raleigh, aquel pájaro inglés antiespañol de cuidado, cuya cabeza embalsamada producto de su decapitación, portó consigo la parienta en un maletín el resto de su vida. Eso es fidelidad y lo demás es retórica. Y ganas de durar. 

Porque es que todo el mundo quiere durar mucho. Y no solo en el sexo, que es la aproximación a la infinitud más asequible, sino en la vida en general. Como si eso fuera sinónimo de triunfar. Al éxito por la longevidad. Y a tal extremo, que diñarla con 70 tacos es pifiarla joven, siendo muy común oír de cualquier defunción eso de “no le tocaba”.  Como si su número no estuviera en el bombo. 

Y sin embargo yo creo que eso de vivir mucho está sobrevalorado, siendo más de la opinión del clásico Juan Rufo: Vida larga igual a prisión luenga, retablo de duelos, soledad de amigos, vergüenza de haber vivido y temor de no vivir. Aunque lo de la vergüenza sea más por sobrevivir que por haber vivido. 

Y sé que esto es darle ideas al poder, que hoy está en una disyuntiva histórica y fatal, debatido entre hacer morir de nuevo, tal y como siempre hizo hasta que el personal empezó a ser necesario para producir (cosa que, con la sobra de personal, vuelve a darse), como lo demuestran la eutanasia, el abandono del bienestar o la indiferencia ante la mortandad, salvo que el interés electoral sea goloso, y cuyo anticipo más evidente es la dejación (dejar morir) ante la parca, cada vez más común; o eso o no dejar morir y hacer vivir, y mucho, que es su inercia predominante hasta hoy, como es visible con la medicina, los viajes, los cuidados, y que suscita la interrogante lógica, visto lo visto y con lo que viene, de ¿hasta cuándo? 

Que es por lo que los súbditos, mayormente, seguimos con esa ilusión de la longevidad. Al fin y al cabo, de la ilusión, también se vive.

jueves, 30 de octubre de 2025

Herencias


Los adultos, históricamente, siempre hemos hecho el imbécil. Pero, no contentos con ello, pues si algo tiene la idiotez es que es agónica, también hemos hecho lo (im)posible por educar en la imbecilidad, para garantizar el mejor de los mundos posibles, del cual estamos orgullosismos. 

Es una forma de reproducirse como otra cualquiera y la respuesta a por qué la humanidad avanza tan lenta, pues cada nueva generación ha de pisar, como aprendizaje, peaje o ultraje, las mismas mierdas -más las que cada época añade generosa- que sus antecesores en el cargo de tontos del siglo, en su homenaje y para que no decaiga. Así, no hace un mes que se convocó una huelga general nada menos que por Gaza. Espléndido. 

Ignoro cómo la recibieron los gazatís, pues el equipo de Tezanos que tenía que haber ido a hacer la encuesta no sabe, no contesta. Aquí, el resultado inmediato fueron unos cuantos contenedores de basura en llamas. Y, viendo lo visto, me juego una chistorra -que no es algo que gane todos los días- a que un precedente así pueda servir de inspiración,  a un hijo de liberado sindical (sin ánimo de insultar), a un super concienciado por el futuro de los gatos o un forofo del poliamor, para emular -ya se sabe el refrán, cuando se acaba la linde, la mula para y el tonto sigue- a sus mayores, convocantes profesionales de lo que sea, para promover una huelga general de alumnos contra el acoso escolar. 

Y en algunos centros hasta la han seguido. Menos, claro, en aquellos en los que hay mayoría de padres de clase media o que trabajan ambos. Y no porque pasen del acoso, que, por cierto, es parte del aprendizaje de la lucha por la vida, inevitable mientras seamos animales humanos -aunque paliable en sus abusos-, sino porque: nene, tú te dejas de gaitas y te vas al cole, que nosotros tenemos que currar. Y los demás, si quieren hacer novillos, allá ellos. 

Así de simple. Pero lo de los padres apoyadores no tiene perdón. Le facilitan un móvil al niño (y con ello, otro delictivo a su acosador) y luego le echan la culpa a la escuela o al profesor. Y la solución es una huelga. Lo dicho: la tontería es libre y cada uno coge la que quiere.


lunes, 27 de octubre de 2025

En donde estés

 

Todo sucede allí donde los astros

navegan sincronizados con tu pulso,

así la primavera hasta la muerte,

viajando de precipicio en precipicio;

así el dolor cauterizado por el fuego;

así mi malestar ilusionado.

Contigo, con, sin ti,

raudo galopan los recuerdos,

atenazados, roncos, sin pena

por la sed de la resaca cristalina

de pasados a flor de piel, tiranizados

en la desdicha y la memoria inamovibles,

como solo alimento ante la vida,

como objetivo cierto, casi vivo.

Así en la luz a la que todavía perteneces,

te busco donde te halles, sin saberlo,

y no me angustia más un fin precipitado

que el horroroso por contingente olvido.

jueves, 23 de octubre de 2025

Leyendas

 

Estos días la Transición cumple 50 tacos, cuando se nombra a Juan Carlos jefe de estado interino (por segunda vez desde que un año antes Franco entrase en el box hospitalario para su expedición al otro barrio), para empezar a ejercer de verdad un papel aunque fuese de figurón, pero en algo importante, como fue la transmisión del Sahara a Marruecos, movida organizada por la Cia para hacerse con el control, a través de Hassan, de esa zona, cuya evolución estratégica así lo confirma hasta hoy, y para lo que necesitaban la anuencia española, obtenida tan solo dos días más tarde, cuando el 2 de noviembre (Día de los Difuntos, vaya por Dios), el recién nombrado, qué casualidad, viaja a El Aiún para dar su visto bueno a la operación, estrenándose como abajo firmante profesional, que le iba a reportar, entre otras cosas, el aval del imperio para instaurar un régimen sin mucha cochambre asimilable a los de alrededor. 

Portugal ya había logrado el suyo por las bravas, no saliendo mal la cosa, y se podía ser optimista. Así que, con este desvirgue -político, pues en el otro el mozo demostraría ser bastante autosuficiente, ducho y precoz-, se puede dar por inaugurado un periodo que, como todo mito, permanece lleno de incógnitas, tópicos, medias verdades, letra oculta, basura y mucha leyenda, que al final es la que prevalece, pues, como dicen en El hombre que mató a Liberty Valance, “cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda”. 

Y es lo que ha quedado para la historia, que para que sea común y consensuada ha de ser leyenda, que es una, mientras transiciones hay miles, tantas como testigos. Yo no he leído aún ningún relato sobre ese periodo que concuerde con ningún otro, y, sin embargo, en la memoria colectiva ha quedado que, fue morirse el colega, y entre cuatro audaces liaron una obra de arte que ríete tú de Pericles y Maquiavelo juntos.

 Pero, ¿acaso César no llevaba un cocinero?, que diría Bertolt Brecht. O sea, ¿a quién le importan los antecedentes, los precursores, su engendro, su desarrollo, la gente que la hizo posible? A nadie. Solo cuatro fechas y dos famosos. Lo demás, es historia. O sea, leyenda.

jueves, 16 de octubre de 2025

Cartuchos

 

La gira sexual de ese dúo de circo (y fieras) formado por Ábalos como empotrador sin fronteras y Koldo como su agente y pagador, avalista domador de un putero indomable alquilado por horas de ciudad en ciudad a gastos pagados para fornicador y beneficiadas (perdón, damnificadas), bolos dignos de haber figurado como números del Teatro Chino de Manolita Chen, me recuerda a un verraco de mi padre, Cartucho, un cabrón díscolo y tecloso con el que hicimos una pequeña correría, con perdón, allá por los sesenta por el canal, ese al que los idiotas llaman hoy sin quedarles otra río Palo. 

Imaginen a Cartucho, un belitre de ocho arrobas certero como radar de feromonas de las hembras en amor -así se llamaba entonces al celo-, saliendo al camino a ventearlas. Imparable. Y menos, con las varas que mi padre y yo portábamos para llevarlo por el buen camino sin que se confundiera de hormonas, dando más giros, gruñidos y cabezadas el muy cerdo, que echaba espumarajos por la boca antes de atisbar a su primera cita (lo que ahora sería un first date) en una huerta cercana, una primala que hubo que cuidar, vara en mano, que no ringase del ímpetu digamos amoroso. 

Si bien todo quedó a satisfacción del usuari@, y sin tráfico de moneda, pues entonces la cosa, aún sin Koldos, era más de trueques. 

Pero lo difícil fue sacar de allí al bicho hacia su segundo objetivo, y no por encaprichado con su pareja, que ni que le pusiera piso, el guarro, sino por renegado y hostil como un apache, llevándonos como p.p.r. (putas por rastrojo) de aquí para allá, correteando, fintando, revolviéndose, hociqueando, tirándonos…, quien no ha intentado manejar un puerco en campo abierto, y salido, no sabe del infierno. Al menos, Koldo & Pepe Lui lo hacían en lo urbano. Así, hasta llegar a su otra parada (nupcial), en que se despachó todo y, casi derrengado, hubo que bajarlo para volverlo entre sentadillas y gruñicios, a empujones, a su querencia. 

Un suplicio, el Cartucho. Y total, dos cartuchazos. Ah, lo que hubiéramos dado por un semental a gastos pagados, y con dinero público. Pero cómo íbamos a soñar en pleno franquismo que la democracia daría tanto de sí.

jueves, 9 de octubre de 2025

Visibles

 

El mundo está lleno de parajodas. Una de ellas es que, cuanto más globales son los medios, más invisibles nos volvemos. Y eso no pasaba en la vieja sociedad de masas, en la que aún creemos estar, pero no, pues la exposición se daba por niveles, como correspondía a una organización piramidal construida también a la antigua, por pisos, por cotas, en la que cada uno, en su franja de pertenencia, tenía su cuota de visibilidad. 

Las ciudades, y no digamos los barrios, o los pueblos, tenían sus tontos, archiconocidos, sus borrachos, sus calaveras, sus putas. Hoy, todo eso, no es que haya desaparecido, pero sí se ha difuminado, perdido su relevancia, de modo que para vivirlo hace falta un intermediario que es, o la tele, o la red, ya que hacerlo en vivo y en directo, de forma natural, es muy incorrecto, y tanto más correcto cuanto más sea de pago esa intermediación. 

Como aquello que cantaba (es un decir) Javier Krahe, que si te desnudas eres un cerdo, pero si lo haces en la tele es un espectáculo erótico. Y es que ya no pertenecemos a ningún espacio concreto o particular, sino a la galaxia. 

Por fin, no somos nada ni nadie, y la única forma de hacernos visibles (o ser, simplemente, identificándonos, perteneciéndonos) es acceder a la red, a la tele. No subir la escala social, sino dar el sorpasso. Y ya estás vivo. 

Porque, siendo así, ser, eres -aibá, me ha salido un José Mota-. Que, básicamente, es a lo que han ido los listos de la flotilla, esa movida que no sé cómo no la ha producido Mediaset; más que a dar visibilidad a la masacre, a hacerse visibles ellos mismos. Porque si hay un dicho certeramente comprobado es el americano de “hazte un nombre y te haré rico”. 

Y mira, a la Barbie Gaza ya la han contratado; la Greta ha subido enteros su cotización de jodeverbenas; la Colau ha subido en las encuestas (o sea, en el caché), y el resto de famosillos, dale que va. Y el Wyoming, no sé si le habrá dado la cosa para comprarse otro piso -que no es que me queje, sino que no entiendo cómo no asila en los que tiene a menas y pobres así-. Y ahora, saldrán en la tele. Menuda parrilla nos espera. Es lo que nunca les perdonaré a los israelíes.

martes, 30 de septiembre de 2025

Sobraos

 

Veo por ahí que la generación Z, o sea los veinteañeros, no tienen esperanza, que es esa cosa que, además de solamente saber bailar chachachá (pues son más tiempos de bachata), hoy es que ni se digna hacer un cameo en su propia película, la de la vida recién echada a rodar a esa edad, cuyo guion lleva, o llevaba, siempre su firma. Ya no.

 Ahora priman más la fe y la caridad. La fe para soportar la nada y la caridad para comer(se, antes, el mundo, y ahora lo que te echen). A la ‘espe’, ni se le espera. Ya no hay nuevos mundos, y lo viejo ya no es barrido por lo nuevo; simplemente el pasado se ha quedado a vivir con el futuro, y lo muerto con lo recién nacido, en un entorno espectral donde todo es obsoleto por deja vú, por reciclado, y apenas distinguibles lo clásico de lo moderno, éste y lo antiguo se han vuelto equiparables, en una reposición permanente, un versionado del pretérito, que más que una secuela parece una precuela del ayer, a razón de cómo se repite la historia, pero con raíces recién brotadas que explican más el pasado que el hoy, y menos, el futuro, haciendo del devenir un día de la marmota a la inversa. 

De modo que, la generación que más difícil tiene sobre el papel emanciparse, paradójicamente, es el gran paradigma de las nuevas clases a emancipar, y es lo único que estará obligada a hacer, sí o sí, pero no de los padres, o del capitalismo. No. Tendrán que hacer la gran revolución, la que toda generación ha tenido que hacer, pero ellos sin remedio, pues tendrán que emanciparse de ellos, de su juventud. 

No les queda otra, porque ese es su único capital, sin valor ni de uso ni de cambio, y aun así tendrán que regalarlo, a fondo perdido, desprenderse de sí mismos a sabiendas de que, después de ellos, quizá ya no haya nada, salvo máquinas y mala hostia. Y todo, porque sobran. 

Como tantos otros, pues casi todos sobramos ya, en un mundo de sobraos. Si alguna vez pensé que la pega de los nuevos jóvenes era una vida sin horas, sobraos de tiempo y faltos de reloj, ahora veo que es su percepción de llegar tarde cuando no ha empezado a andar el minutero, lo que los mata. Sin darse cuenta de que disponen del reloj.

jueves, 25 de septiembre de 2025

De compras


Es ley universal del consumo que el aspirante a un palacio se tenga que comprar un casoplón, el que quiera una vivienda PPO, un apartamento, quien apunte a eso una grillera, y el que sueñe con una grillera se acabe conformando con la casuta de un perro. El consumo es descendente, desde la cúpula del deseo hasta la realidad más vil, como bien saben los vendesueños, políticos incluidos, y clave para entender por qué se promueven las bicicletas mientras no hay un piso para jóvenes. Ni siquiera jóvenas. 

Y no es que el consumo o la mujer estén sobrevalorados, que también. Los jóvenes, ni eso, lo cual es una auténtica revolución (o involución), pareciéndose esto cada vez más a Friends, amigos para siempre, tralalá. 

Y es que el poder lleva un tiempo recreado en cebar una ideología surgida tras la crisis, y el 15-M, que le vino de perlas, por anacoreta, franciscana, pero de Francisco alegre y olé, por frank(icapr)ista -Vive como quieras, no te hagas rico, que es peor, y ole tus huevos-, tan conformista y reaccionaria que cada día más se apunta, qué remedio, a que, para ser feliz, ya no hay que ser libre -ese mito suicida, pero sin el cual no habríamos llegado hasta aquí-, sino solo pobre. 

Y que la sibilina propaganda subliminal de hoy apoya eucarísticamente: ni coches, ni pisos, ni niños, ni empleo, ni problemas; vive como un colega hasta los setenta, y después ya veremos (en la UCI, porque de residencias olvidaos, lo cual es un avance, la verdad). 

Y el paradigma de todo esto está en la feminización de la publicidad y del consumo, y su extensión a los colectivos paralelos (y lelas) de inmigrantes, jóvenes, marginados y, sobre todo, menores, que es adonde toda mercancía que se precie se remite. 

Y no hay gasto más gozoso que el hecho a través de los hijos, renunciando (en la feria vicaria) a unas gambas para montarlos en el tiovivo, y pasándose al consumo barato (gran indicador de la pobreza creciente) del caña, perro y patinete. Es el nuevo mundo, el que ha de hacer equilibrios entre virtudes ricas y vicios pobres y que, según la tele, nos hemos dado, elegido incluso. Que no comprado, que sería lo suyo. Aunque sea una mierda.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Zozobra

 

En el mismo instante en que TVE transmitía en directo un motín pro palestino contra la vuelta ciclista, otra televisión socialista, la de Page, nos expedía sin rubor alguno una peli ensalzatoria de los héroes judíos que hicieron posible el estado de Israel rodeados de horribles malos por todas partes -adivinen; sí, los del pañuelito-. 

A este tipo de surrealismo, en economía se le llama diversificación de la oferta; un jueguecito que al Psoe se le da de muerte (siempre que sean ellos la empresa), como es comprobable al verlos declararse anti globalistas, pero practicando políticas neoliberales, o mismamente al vender por cuatro rupias a los saharauis, pero mandando levantar barricadas (electorales) pro palestinas, mientras compra petróleo ruso al por mayor y llama a participar en movidas aéreas a favor de Polonia. 

Todo, tan típico de ellos, que ya se sabe que disponen de (muy) amplios principios. Pero también tan europeo, con ese corazón partío por tantas cosas de que adolecemos. Así, el otro día un político alemán lloraba a lágrima viva en un acto recordatorio del Holocausto. Pero es que ese país lleva financiando a Israel desde 1945 por daños históricos, y a la vez a los palestinos, por mala conciencia por perjudicarlos con tal financiación. 

Y es que no hay psiquiatras bastantes para dar abasto a Europa. Y todo se va en palabrería. Los pecados y las penitencias. Y todo, por practicar demasiado el olvido, esa corrección interesada. Y nadie se acuerda de Clausewitz. De resultas, nadie sabe si estamos en la política o en esta por otros medios. O sea, la guerra. Y a la espera de que eso lo definan otros, se juega a todo (y a nada), y a hablar, hablar. A practicar lenguajes, pues ahora todo lo es, y relato, y discurso. 

Y a dejarse llevar sin más en el río de una economía, la verdadera guerra, a la quiebra, como un viejo rico impotente, morigerado y obsequioso condenado a pagar su propio empotramiento. Son las señales de haber olvidado hasta la propia inteligencia, como aquella advertencia de Wittgenstein: las palabras están vacías frente a la plenitud de las cosas. En esas condiciones, qué esperar de unos, o de otros.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Qué hacer

 

Pablito Iglesias nos lo ha puesto a huevo una vez más para sacarle las corás, al saberse que lleva a sus niños a un colegio privado, y lo de rojo señorito ha sido lo más bonico que le han dicho. 

Yo, como no quiero pensar mal (y así me va, que nunca acierto con él), aún abrigo esperanzas de sus decisiones más trascendentes, pues yo no me baso en chuminadas como los criterios para elegir la educación de la prole para juzgar a un líder revolucionario; yo me fijo en su práxis y en su ortodoxia -sin querer decir que se haya hecho de la escuela cirílica, siendo él más de la chiita-, y supongo que todo lo hace para inculcar en sus vástagos esa actitud audaz tan suya de infiltrarse en la burguesía -arrimando, para empezar, sus cachorros a los de la clase dominante, lo que se dice un buen comienzo- para reventarla desde dentro, ya que desde fuera solo consigues hacerte del Atleti, ecologista por horas, o, a todo tirar, subirte a una flotilla rumbo a Gaza. 

Y, como es más coherente que la gelatina, ha empezado por la educación, que es donde ya se adquieren unas relaciones, un trato y un conocimiento, en este caso, de la clase a expropiar y a derrocar. Para verlos venir. Como debe ser. Y si sus retoños son tan espabilados como él, sabrán darle la vuelta a la tortilla, coherentemente también. Aunque, si siguen ese camino y se la dan, siempre corren el riesgo de acabar de pobres de solemnidad. Vamos, como si hubieran estudiado en Usera. 

Así pues, he de admitir que en la decisión sobrevuela la típica contradicción marxista. Por un lado, y como ha estudiado ciencias políticas, que puede que sean las menos políticas de todas las ciencias, con su gesto sigue a los grandes líderes revolucionarios, todos salidos de colegios bien, menos Stalin, que fue a un seminario, mejor me lo pones. Pero tampoco es eso, pues ahora prima más lo laico. Hasta ahí, vale pues. 

Pero qué ejemplo va a dar a los pobres padres, un suponer, de Albacete, que tienen que conciliar la Feria con la vuelta al cole y el trabajo. Es que no tiene abuela, el tío. Ni los de aquí, luego a luego, porque es que se la van a cargar con tal de conciliar. Bueno, y de otras cosas.

 

domingo, 7 de septiembre de 2025

Con faldas y a la Feria (2005)

 

Las madres de antes no iban a la Feria. Por aquel entonces, la fiesta aún no era obligatoria, sino más bien la parte de alboroque a pagar como contrapartida del haz y sustancia ferial que era el intercambio, que una vez satisfecho con dinero y enseres contagiaba su esencia mercantil al resto de los materiales con cuya liquidez el hombre saliva fluidos, vino, llanto, y se dirige hacia la felicidad redondeando con este envés de la moneda el óbolo perfecto para trasponer sin temor la frontera del solaz, algo que las mujeres, quizás con buen criterio, buscaban de puertas para adentro, considerando demasiado extramuros los gozos que con demasiadas sombras se servían fuera, en el patio de Monipodio en que la vida alegre se iba abriendo paso entre la desdicha.

jueves, 4 de septiembre de 2025

El anodinato


Debido a esa percepción tontiloca tan humana del mundo, somos dados a creer que mientras en invierno pasan las cosas, en verano solo pasa el verano, que por cierto es esa época en que sube la temperatura, la luz, el azúcar, el colesterol, el alquiler o los golpes de estado. O los incendios, naves en llamas que creemos más allá de Orión, que diría el androide de Blade Runner, pero que están a esto de tu entrepierna, esa otra canícula. 

O lo del rifirrafe obispal de Vox. O la enajenación de Sánchez, mismamente. Dos serpientes de verano, dos, cuya factura puede llegar a ser más abultada que la taleguilla de un torero. 

Así, lo de Vox, ese desmarque, así, a lo belitre, de la iglesia, puede ser la lanzadera que le permita huir de sus raíces meapilas y conectarse a un espacio cuya única religión, como sus colegas europeos, sea instaurar un régimen cuyo espíritu tenga de santa paloma lo que yo de dorapíldoras. 

O, siendo más gráfico, está a dos avemarías de ser una propuesta civil adaptada al caiga quien caiga que ya fluye en la época, y que encuentra un gran colaborador tanto en la derecha, confusa, amorfa y harta de sopas, como en la izquierda, cuyas propuestas ya no interesan a casi nadie por estar más que amortizadas, y que le sigue el juego en una guerra cultural perdida de antemano. 

Y no hablemos de Sánchez, que cada vez que sale les regala miles de apoyos, y aún más si no sale, como este verano en que ha acabado realmente enajenado, o sea, ajeno de sí, fuera de sí, fuera de plano, y, bueno, fuera de todo, ya que, de hecho, estaba fuera, y aprovechando que los incendios pasaban por ahí, por la época, se ha hecho un cameo a lo Hitchcock, disfrazado de presidente. 

Y es que, de tanto estar que te sales, que lo petas, al final, lo petas y te sales. Hasta de ti mismo. Y te conviertes en otro, te alienas, te mindundizas, eres tu octavo pasajero. Es lo que pasa cuando te empeñas en ser lo que ya no eres, pues eres cualquier otra cosa: un mena, un glovero, un cuentacuentos, un orate, un domador de ovejas… El problema es qué hacer entonces con tantos asesores. Es lo que tiene caer en el anonimato. O peor aún, en el anodinato.

jueves, 28 de agosto de 2025

Inclemencia


Es evidente que nuestros yayos no tenían ni pajolera idea de hacer parques. Para empezar, los hacían en las ciudades. Increíble. Y solo para que estuvieran a mano. Pero dónde se ha visto. Con lo prudente que es ponerlos a diez kilómetros. Y luego, la manía de llenarlos de árboles. Alguna tara psicológica, seguro. Con la de hojas, ramas, bichos y molestias que eso produce. Y no uno ni dos; a mogollón. 

Hasta que no lo dejaban todo perdido de árboles, no paraban. Nada de césped. Cuatro matas, rosales, y zumbando. Ni un detalle. Menudo cutrerío. Unos básicos sin imaginación. Con decir que utilizaban especies afines al terreno, está todo dicho. Aunque tardasen treinta años en crecer. 

Claro, no tenían empresas de asesoramiento ni gestión sostenible. Ni casi presupuesto. Pero es que eran tan dejados que no preveían ni que llovería, a veces con viento, ni el granizo, ni los rayos, ni el hielo ni la nieve. Nada. Ellos, a lo suyo. Paisajistas aficionados e ineptos, tan irresponsables y analfabetos que se pasaban por el forro, quizá porque aún no se habían ideado sus aplicaciones para parque, esa cosa llamada ‘inclemencias meteorológicas’, que es cuando el tiempo empeora, o sea, mejora y, por lo visto, hay que cerrarlos. Pues ellos, ni caso. 

Te ponían un parque, y ¡hala!, el que quiera, que entre, y el que no, al casino (pues en las casas aún había más riesgo que fuera). Menos mal que ahora ya tenemos unos gestores de parques de verdad y, a la que la Aemet, nuestro Ogino atmosférico y predictor de alarmas oficial, va y pronostica cambios, ya están cerrándolos, para librarnos del cataclismo de una llovizna, un trueno, cuatro copos o una mala racha (¿cómo la que llevamos con ellos?). 

Bueno, y de la ruina al refrescante tantos años buscado, porque, imagínate que pase alguien a tomarse algo. No lo quiero ni pensar. Y es que, como están todo el día con el móvil, ese gadget que ha generado miles de millones de meteorólogos (y de fotógrafos), están a la que salta para salvarnos la vida. Y sobre todo del parque, esa trampa mortal de nuestros yayos para buscarnos la ruina. Y es que son buenisssmos. Que no nos los merecemos, vaya. 

jueves, 21 de agosto de 2025

Coraje


Dicen de Sánchez que es un resiliente nato, el paradigma a machamartillo del junco que dobla pero no se parte, así caiga tralla con puntas, y se hace un traje con ella para el resabio futuro. La materialización del dicho de Nietzsche, ‘lo que no te mata te hace más fuerte’ -hasta que te mata otra cosa, claro-, y no sé si de su noción del superhombre, dudosa según cómo le crecen los enanos, pero sin llegar a equipo de baloncesto, aunque a la cesta lleguen. 

Pero toda esa milonga no son sino baboserías y relatos típicos del mamoneo de lamevelas y chupalcuzas, mitos y leyendas, charlatanería para generar opinión a favor del poder, y apalancarlo. Y que, a la vista de cómo el pájaro se engarabita él solo al gotelé, le sobran los gaiteros; pues, como Nosferatu pero con traje de Moschino, se sube por las paredes sin perder la raya. 

Y ahí tienes a medio país imitándole; o sea subiéndose también por las paredes, como si hubiese impartido un taller nacional de spidermanismo, pero con él de presa, aunque, en realidad los presos seamos los demás. 

Porque si hay alguien resiliente de verdad, con esa capacidad titánica de aguante, no solo del precio del boquerón, el veranico de los nenes -que tanto odio genera, sin ser delito, hacia los profesores-, el petardeo de compromisos deprimentes, el calor enervante, la caterva de la abuela, las moscas, la cerveza caliente, y otras menudencias, para sufrir luego en las terrazas, en la tele, en el móvil, ya sea haciendo de vientre o en la mesa, y hasta a medio casquete, las entretelas de un politiputeo nacional que es una extremaunción empeñada en llevarnos por la vía rápida del asco y el aburrimiento al otro barrio, ese es cualquier superviviente hasta aquí de este muladar. 

Nosotros sí que somos resilientes, y no ellos. Por soportarlos. El pobre siempre está en tierra ajena, que dijo el clásico, y siempre se está más preparado para lo peor que para lo mejor. Pero sobre todo es que seguimos al dedillo la clave de Chesterton para aguantar acorralados hasta el final, pues el coraje consiste en combinar un intenso deseo de vivir con un extraño desdén por la muerte. Y en eso sí que somos maestros.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Ay la Virgen

 

Parece que sea sorprendente que el día más ocioso, festivalero y jaranero del año sea el de la Asunción de María. Sin embargo, resulta de lo más congruente, pues la interfecta fue abducida, se dejó llevar, gratis, como en un tour operator ganado en una rifa, alegre y distendida, como sabiendo que en honor de tal guisa y disposición millones y millones, creyentes en su hijo o en la pella de brócoli como antioxidante, tratarían de disfrutar año tras año en esta fecha de parecida abducción, perfusión, dilución, confusión, y hasta diversión, aunque sea pagando, incluso a plazos, embebidos (y otras cosas) en el cachondeo, pues, si esto es una fiesta es que es 15 de agosto. 

La Virgen jamás podía imaginar, y Cristo, que era todavía más de tardeo, menos, que lo suyo fuese a tener tanta emulación. Hasta el punto de que en el calendario debería rezar (por seguir con el tema), la Virgen del Fiestón, o Santa Fiesta. 

Y es que nos lo hemos currado durante siglos, añadiendo festividades -aunque hasta el XVIII había ciento y pico, no te lo pierdas-, como los cumpleaños a la onomástica, el Halloween, y luego a luego hasta el Día de Acción de Gracias, y con más méritos que los protestantes, que como la semántica no les da para tener una palabra apropiada para algo que no es normal en ellos, han tenido que apropiarse la nuestra, que define urbi et orbi lo que es el desmelene. 

Y hablando de fiestas, y para que no decaiga, hasta Trump y Putin, esos foodies del planeta tragones de países, se reúnen hoy a repartirse el mantecao, como si acabaran de trillar, a revolcarse en la era con quien se tercie, mientras todos sesteamos en la fiesta bien ganada. Es su estilo: aprovecharse de las virtudes ajenas, del dislate como acicate. Tejas, por ejemplo, surgió de una siesta, la de Santa Ana, al que Houston pilló durmiendo la típica mejicana, obligándole a firmar la independencia (¿para seguir durmiendo?). 

Y es que, se nos acusará de improductivos, pero la siesta, esa mini fiesta diaria, esa desconexión conectiva, es de lo más productiva, y por eso se dice que “de grandes siestas están las guarderías llenas”. La f/siesta es nuestra productividad. Y allá ellos con la suya. Eso sí, no sé de nadie que lea algo por estas fechas. Y de eso, de ser también el día más ágrafo del año, nos aprovechamos algunos. Como nadie nos lee…

Letras pa'l cante: bulería

 

Si yo tuviera prisa

 

Si yo tuviera prisa

me subiría a tus labios

y a remolque del tiempo

me embebería de ti

cuestabajo y sin frenos.

Ah, si yo tuviera prisa,

los lagartos, las flores,

lo que al sol se le antoja

engendrar como hijos

en sus siestas mejores.


Oh, si yo tuviera prisa

del vivir, del morir,

de esta alegría

del discurrir de nuestro paso

a tumba abierta,

me bastara tu voz,

sirviéranle de lazos

para enviarte un regalo

en mi penumbra,

para sacarme a flote

en la agonía.

Ah, si yo tuviera prisa

y un malaje de amor

y un medio ensueño,

de la casa de empeños

de tu cuerpo de guardia

viera de refugiarme

dejándole a deber

su refrigerio.

Si yo tuviera prisa

y el mar pillara lejos.

jueves, 7 de agosto de 2025

Molicie


A mí, como ser evolucionado, en las olas de calor ya no me puede la molicie, aquella sensación de galvana extrema, aquel parón metabólico que se te apoderaba al llegar la calor africana. Desde que África ya está aquí -bueno, y Asia, y América, todo el mundo está aquí, por fin-, lo que más me puede es un mal humor cretino. Y no es por el calor; es por la culpa. 

A cada alteración, cada exabrupto, cada desmán térmico, te sale un enterado/a que te monserguea sobre que me despida de “lo normal”, y que ahora la tónica, no será la Sueps, sino el desmadre, el despiporre, la rebelión de la natura, y además, yo tengo la culpa. Quiero decir mi cuota de agresión al planeta. 

Yo, que no es que guarde el plástico, aunque sea de callos a la madrileña, que a los dos días tira p’atrás de pestuzo a pimentón rancio y grasa polinsaturada, el cóctel ibérico cinco estrellas, sino que me lo como (el plástico; de lo otro ya no queda) con tal de preservar el ambiente medio. Yo, que, de puro peatón me gasto más en suelas de goma (y baterías de coche) que en gasolina, razón por la que los ecologistas me acusan de doble crimen (y un primo mío de rata). Yo, que, por mi crianza campestre (o quizá por haber visto 27 veces Chinatown) recojo hasta el agua de lluvia (y no para lavarme, según mi primo). 

Pero ya dicen que no hay suerte para el hombre honrado, y a base de homilías acusicas tocándome la fibra -sí, también la óptica, que por ahí también te trabajan-, he llegado a sentir una culpabilidad patológica. Y más patética que la de Beethoven y Tchaikovsky juntas, pues estoy convencido de que los tomates no me echan por mi culpa, y a media noche me despierto soñando que un sisón se me caga encima -y anda que no cagan los sisones- para castigarme por mi desventurada trayectoria por la Gaia. 

Y descarto que todo sea una estrategia de una nueva iglesia secular que hace del cambio climático el arma arrojadiza de destrucción masiva de la autoestima y el recto obrar de pobres responsables. O eso nos creíamos. ¿Qué habremos hecho, pues? ¿Es que no teníamos bastante con la hipoteca? ¿O con ver la tele? ¿O con la calorina? ¡Oh, Dios, ayúdanos!

jueves, 31 de julio de 2025

Sex o no sex


Ser sexy hoy es, al parecer, muy importante. Hasta en política. Y no me refiero a ese plus de imagen atractiva tan buscado en un candidato -las candidatas lo tienen más crudo, pues la política actual exige una edad mínima que, desgraciadamente, las pilla casi viejas, según los estándares-, sino a esa virtud que la nueva política, especialmente la fascistoide, se arroga de añadir como estimulante, excitante, capaz de llenarte y realizarte y hacer de lo político algo más cercano a los sentidos (y al deseo) que a la razón o la sociedad. 

Los nazis se emplearon a base de bien en el asunto, en la época especialmente desinhibida, iconoclasta, transgresora y nihilista de la que surgieron. Pero esta de ahora es otra cosa, en razón de los tintes más conservadores y puritanos que les confiere su ámbito de procedencia. 

Así, Trump lo utiliza sin parar. Y no solo porque es viejo y se supone que corrido, y a esa edad se presume de lo que no se tiene, sino porque en USA, una sociedad hedonista sin ese viejo complejo cristiano, ser sexy es un valor positivo, casi cívico, y por tanto no opuesto a los rancios valores puritanos, sino complementario; algo que va más allá de lo sexual, que añadido a la política resulta importante. Y es por lo que las comparaciones entre esta nueva política y el fascismo, más que odiosas, son ociosas. 

Y es que la izquierda aún no ha comprendido, entre otras cosas, que ya no solo se puede (y se debe) enfrentar el mundo desde la ideología y la economía. Con la revolución sexual (de la que ellos mismos se jactan), también hay que interpelarlo desde ahí, completando así el trípode vital de la clave de bóveda de la vida actual. 

Algo en lo que la nueva política lleva la delantera al apropiarse y dotar de significado a ese concepto, o a otros que ya empieza a asociar al mismo, como es el racismo como incentivo de disfrute, como un placer añadido para el sujeto en el capitalismo (vivido este ya como un campo temático, y de pago), haciendo así del dominio diversión, y anulando el orden que lleva a un caos bajo su solo control, y a la risa más estrepitosa de todo. También de la civilización. Esa tragedia.

jueves, 24 de julio de 2025

Vocaciones


Los adolescentos ya no quieren ser toreros, princesas, ni siquiera rockeros; ahora quieren ser creadores de contenidos, que a esa edad es lo más lógico, llenar, rellenar, ocupar el vacío y dar la vara para resolver la incógnita. 

Naturalmente, o no, sus mayores, más de Freud (creador de contenidos en modo crack) y otras perversiones, lo que ahora se llama la mirada sucia, lo vemos como una cosa de la libido, no en vano a esa edad, la edad erecta por naturaleza, erecciones gratis (e amore), se levanta uno con demasiado entre manos, quiero decir sueños, ideas…, mientras a otra tener una idea, según Ortega a una edad que es la mía, es como tener una erección. 

Por eso los mayores no sabemos muy bien qué es eso de un creador de contenidos, viéndolo más en un pastelero haciendo xuxos o palos catalanes -y no me refiero al Puigdemont más de obrador-, o en un mamporrero equino, que es como más sutil pero evidente. No creo que los tiros vayan pues por ahí. Y deja sin resolver el ansia viva de las chicas por esa nueva vocación, a riesgo también de la teoría psicoanalítica creada para ellas de la envidia del pene, la libido insatisfecha, la sublimación de la pulsión y otras zarandajas.

 Más bien la cosa vaya de trabajar en internet -o sea, seguir sin trabajar-, que es donde esta gente se realiza, incluso a nivel libidinal. Y más, viendo el éxito de sus mayores en ello, aunque lo hayan hecho, como quien dice, sin querer. Como ese Koldo, que ha generado él solito, a lo tonto, con o sin erección, varios millones de páginas (“grabando, grabando…”), que cuando la UCO termine de leer le van a tener que dar el cum laude a 70 picoletos lectores, y a él la medalla al mérito laboral.

 Y es que, para creadores de contenido los socialistas. Es que rellenan mogollón. Más que los miguelitos. Ves, Montoro ya es otra cosa -aunque hay quien lo niega-, un creador más bien de continentes, eso sí, para llenarlos de billetes, que eso abre muchas puertas en la vida, incluso las de la cárcel. Supuestamente. Ahora todo lo es. Y tampoco hay que sentenciar antes de tiempo. Excepto al resto, que lo estamos casi de nacimiento. ¿O será vocación?